EL PAPEL TRANSFORMADOR DE LA
EDUCACIÓN EMOCIONAL EN EL DISCURSO
PEDAGÓGICO CONTEMPORÁNEO
THE TRANSFORMING ROLE OF EMOTIONAL EDUCATION
IN CONTEMPORARY PEDAGOGICAL DISCOURSE
Juan Carlos Palencia Pérez
Universidad UMECIT, Panamá
pág. 5460
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i2.10956
El Papel Transformador de la Educación Emocional en el Discurso
Pedagógico Contemporáneo
Juan Carlos Palencia Pérez1
juanpalencia.est@umecit.edu.pa
https://orcid.org/0009-0003-6391-6841
Universidad UMECIT
Panamá
RESUMEN
El presente artículo tiene por objetivo exponer la profunda relación sinérgica existente entre la
educación emocional y el discurso pedagógico, al examinar cómo su integración puede transformar
tanto el aula como la experiencia educativa en su conjunto. Para ello, se llevó a cabo una revisión
documental en la cual, se consideraron sus orígenes, los fundamentos teóricos de la educación
emocional, su relevancia práctica en el aula y las implicaciones de su adopción para los educadores, los
estudiantes y la sociedad. Asimismo, este artículo está dirigido a los docentes, que buscan enriquecer
su discurso pedagógico, en aras de equipar a sus estudiantes con habilidades socioemocionales tales
como: la autoconciencia, la autorregulación emocional, la empatía y las habilidades sociales que, les
permita navegar con éxito en este entorno cambiante, enfrentar los desafíos que este les presente y
desarrollarse como individuos críticos, innovadores, empáticos y comprometidos socialmente. Se pudo
concluir que la educación emocional es esencial en el proceso de enseñanza aprendizaje, ya que, aporta
numerosos beneficios tanto para el desarrollo integral de los estudiantes como para la mejora de las
prácticas pedagógicas de los docentes. Los estudios revisados resaltan su papel clave en fortalecer el
rendimiento académico y promover habilidades socioemocionales cruciales para la adaptación social,
la salud mental y el bienestar. Los docentes con habilidades emocionales crean aulas más armoniosas y
con un clima positivo y propicio para que sus estudiantes se formen no solo desde lo cognitivo, sino
que sean capaces de gestionar sus emociones y relacionarse de manera efectiva, promoviendo así un
verdadero aprendizaje integral.
Palabras clave: educación emocional, discurso pedagógico, competencias emocionales
1
Autor principal.
Correspondencia. juanpalencia.est@umecit.edu.pa
pág. 5461
The Transforming Role of Emotional Education in Contemporary
Pedagogical Discourse
ABSTRACT
The present article seeks to expose the deep synergic link that exists between emotional education and
pedagogical discourse by examining how their integration can transform both the classroom experience
and the educational experience. For that purpose, a documentary review was carried out which considers
their origins, the theorical foundation of emotional education, its practical relevance in the classroom
environment and the implications that its implementation would have on educators, students, and
society. This article is directed towards teachers who seek to enrichen their pedagogic discourse in order
to equip their students with socio-emotional skills such as self-awareness, emotional regulation,
empathy, and other useful skills that will allow them to successfully navigate this changing
environment, face the challenges that it brings and self-develop as critical, innovative, empathetic, and
socially involved individuals. It was possible to conclude that emotional education is essential for the
teaching-learning process, as it provides numerous benefits both for the integral development of
students and for the improvement of teachers' pedagogical practices. The studies reviewed highlight its
key role in strengthening academic performance and promoting socio-emotional skills crucial for social
adaptation, mental health and well-being. Teachers with emotional skills create more peaceful
classrooms with a positive and adequate environment for their students to not only develop from a
cognitive perspective, but also be able to manage their emotions and communicate effectively, thus
promoting a truly comprehensive learning process.
Keywords: emotional education, pedagogical discourse, emotional competences
Artículo recibido 20 marzo 2024
Aceptado para publicación: 30 abril 2024
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INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, la acumulación de evidencia empírica ha subrayado la importancia de las
emociones en el proceso de aprendizaje. Lejos de ser meros acompañantes del razonamiento cognitivo,
las emociones juegan un rol crítico en la motivación, la atención, la memoria y la toma de decisiones.
Reconociendo esta interconexión intrínseca entre el ámbito emocional y cognitivo, el discurso
pedagógico contemporáneo ha comenzado a insertar elementos propios de la dimensión emocional en
los actos lingüísticos y corporales para el desarrollo de una práctica de enseñanza aprendizaje acorde a
las necesidades del mundo actual.
Para Ensuncho y Aguilar (2022) mantenerse aferrados al enfoque educativo tradicional y esperar que
ello derive en cambios y mejoras significativas en el sistema es una expectativa poco realista. Es crucial
que los responsables y participantes del ámbito educativo adopten un enfoque más holístico e integral
al analizar los problemas que enfrentan los estudiantes. Al ir más allá de las deficiencias académicas y
atender también los desafíos socioemocionales, se fomenta una mayor conciencia sobre la complejidad
de la realidad que los rodea. Esto contribuirá a formar individuos más críticos y preparados para navegar
las cambiantes y complejas dinámicas de las sociedades actuales.
Rebolledo (2018) sostiene que en el documento "Replantear la educación: hacia un bien común
mundial"(UNESCO, 2015), este subrayó que el objetivo principal de la educación en el siglo XXI
debería ser promover la dignidad, ca pacidad y bienestar de la persona humana, considerando las
relaciones interpersonales y con el medio ambiente. Esto requiere enfocar la educación hacia el
desarrollo de conocimientos, valores, habilidades y actitudes relacionadas con lo socio-afectivo en los
contenidos y métodos de los sistemas educativos.
METODOLOGÍA
Este artículo se desarrolló mediante una revisión bibliográfica de carácter descriptiva y análisis
documental (Sampieri y Mendoza, 2020) sobre la educación emocional y su relación con la práctica
pedagógica, en particular con las acciones y el discurso que maneja el docente en su labor de enseñanza
en el aula, abordando sus orígenes, sus fundamentos teóricos, su relevancia práctica en el aula y las
implicaciones de su adopción por parte de los educadores. Se examinaron artículos científicos y libros,
tanto impresos como digitales sobre los ítems educación emocional, competencias emocionales,
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prácticas pedagógicas, discurso del docente. Seguidamente se elabo el estado del arte, las
conceptualizaciones relevantes y se establecieron las respectivas conclusiones.
DESARROLLO
Orígenes de la Educación Emocional
Para entender el papel transformador de la educación emocional en el ámbito pedagógico es primordial
analizar sus raíces y, para ello es necesario señalar inicialmente los trabajos de los docentes Peter
Salovey (Yale University) y John Mayer (University of Hampshire), los cuales en 1990 publicaron el
que es considerado como el primer artículo científico titulado “inteligencia emocional”, en el cual daban
una definición concreta de dicho concepto. Fernández y Cabello (2021) hacen un análisis 30 años
después del papel de la inteligencia emocional (IE) en la educación emocional, resaltando que para estos
científicos sociales Salovey y Mayer, la IE es una inteligencia genuina basada en nuestra capacidad de
usar las emociones de forma adaptativa para ajustarnos al medio y solucionar problemas. La misma
consta de cuatro habilidades básicas: percepción y expresión emocional, facilitación emocional,
comprensión emocional y regulación emocional. Estas se relacionan entre de forma secuencial y cada
una aporta información a la siguiente para continuar el proceso y dar una solución a una demanda o
situación concreta (Alejos y Cambero 2018; Bueno 2019; Cornejo y Morán 2022).
El artículo de Salovey y Mayer no tuvo la trascendencia esperada, y fue el psicólogo y periodista
americano Daniel Goleman (1995) quien con la publicación de su libro “Emotional intelligence” hace
una amplia difusión de ese concepto, a punto que este fue considerado un best seller mundial. Dentro
de los ámbitos en que este término atrajo interés, se encuentra el educativo. Para Huarsaya (2017) la
esencia de la argumentación presentada en este libro se centra en la necesidad de expandir la
comprensión de la inteligencia humana, extendiéndola más allá de las dimensiones cognitivas e
intelectuales tradicionales. Subraya la relevancia de reconocer y manejar adecuadamente las esferas
emocionales y sociales para una apreciación más completa de los recorridos vitales de los individuos.
Goleman sostiene además que, para que se alcance un bienestar integral en los ámbitos laboral, personal,
académico y social, hay competencias que sobrepasan en importancia a la inteligencia académica
tradicionalmente valorada. Esta concepción ha ganado gran aceptación y se reconoce como un elemento
esencial a fomentar desde los primeros niveles educativos. La habilidad para manejar adecuadamente
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las situaciones sociales, especialmente en la resolución de conflictos, es vista como fundamental en el
desarrollo social de niños y adolescentes. (Baamonde y Pino, 2017; Bocanegra, 2019; Bueno, 2019).
Brito et al. (2019) resaltan la importancia del trabajo en inteligencia emocional del psicólogo
estadounidense Reuven Bar-On, quien esbozó lo que se considera como un tercer modelo de la
inteligencia emocional, conocido como el modelo epistémico de Bar-On. Este autor concibe la
inteligencia emocional como un grupo interconectado de competencias, capacidades y habilidades tanto
cognitivas como no cognitivas, que desempeñan un papel crucial en la capacidad de una persona para
manejar con éxito las interacciones y desafíos del entorno. Para él la inteligencia emocional y social,
comprende un entramado de competencias emocionales y sociales que influyen directamente en la
conducta inteligente de una persona. Estas competencias son determinantes en la medida en que definen
la habilidad de una persona para comprenderse, expresarse, interactuar con los demás, y afrontar las
exigencias, retos y presiones cotidianas del entorno en el que actúa. (Luy-Montejo, 2019; Fernández &
Inga 2020; Cárdenas y Rodríguez, 2020; Cornejo y Morán, 2022).
La implementación práctica de la inteligencia emocional fomenta el desarrollo de competencias
emocionales. Para Castañeda (2020) la inteligencia emocional consiste en la habilidad de reconocer y
discernir tanto las emociones personales como las ajenas, emplearlas para potenciar el razonamiento,
entender la profundidad de los sentimientos y moderarlas de forma conveniente. Por otro lado, las
competencias emocionales se refieren a la aptitud para manejar efectivamente un espectro de saberes,
capacidades, destrezas y posturas requeridas para ser conscientes de, interpretar, manifestar y controlar
de manera adecuada las experiencias emocionales y afectivas.
Con una trayectoria investigativa enfocada en la educación emocional a partir de la década de 1990, el
Dr. Rafael Bisquerra Alzina, profesor emérito de la Universidad de Barcelona, ha enriquecido la
literatura académica con publicaciones que van desde 1999 hasta la actualidad. Oliveros (2018) señala
que, en sus numerosos escritos sobre la inteligencia y educación emocional, Bisquerra identifica y
examina una variedad de competencias clave relacionadas con la gestión de las emociones. Estas
competencias incluyen la conciencia emocional, la regulación emocional, la autonomía emocional, la
competencia social, así como las habilidades necesarias para la vida y la promoción del bienestar.
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Desde esa perspectiva, Bisquerra y García (2018) definen la educación emocional como “un proceso
educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias
emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitarle para la vida y
con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social” (p. 6). Estas competencias son descritas por
Pérez y Filella (2019) y abarcan la gama de saberes, destrezas, capacidades y disposiciones esenciales
para entender, manifestar y manejar adecuadamente las experiencias emocionales.
Competencias Emocionales
Las competencias emocionales, se erigen como un pilar fundamental en el desarrollo integral del ser
humano, abarcando un amplio espectro que va desde la cognición hasta el comportamiento. Estas
competencias abarcan la habilidad para discernir y gestionar nuestras propias emociones y las de los
demás, una destreza esencial tanto en la vida privada como en la profesional. A pesar de que no hay un
consenso definitivo entre los investigadores de estas competencias, existe una tendencia a agruparlas
en cinco bloques como se describe a continuación, cada uno de estos constituye un componente
intrínseco de la competencia emocional, que, en su conjunto, forjan la capacidad de un individuo para
enfrentarse a los retos cotidianos y extraordinarios con un equilibrio emocional saludable.
La conciencia emocional implica la capacidad de identificar tanto nuestras emociones como las de
quienes nos rodean, se logra mediante la introspección activa y observación atenta de otros (Bisquerra
y Mateo, 2019). Por tanto, es indispensable entender los orígenes y los efectos de nuestras emociones,
valorar su fuerza y articularlas adecuadamente, ya sea mediante el lenguaje hablado o el lenguaje
corporal. Además, tener un amplio vocabulario emocional juega un papel significativo en el desarrollo
de la conciencia emocional.
La regulación emocional, se refiere a la habilidad para gestionar nuestras emociones de manera efectiva
(Bisquerra y López-Cassá, 2020). Esta competencia implica comprender la interacción entre nuestras
emociones, pensamientos y, disponer de estrategias eficaces para afrontar situaciones difíciles, y la
habilidad autogenerar emociones positivas. Incluye aspectos tales como la regulación de la ira para
prevenir la violencia, la tolerancia a la frustración, la capacidad de expresar las emociones de manera
adecuada, entre otros.
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La autonomía emocional implica la habilidad para mantenerse resiliente frente a las influencias
externas, combinando sensibilidad con fortaleza (Bisquerra, 2018). Se fundamenta en poseer una sólida
autoestima, confianza en uno mismo, una percepción positiva de la propia capacidad de actuar
eficazmente, motivación intrínseca y un sentido de responsabilidad personal. Representa un estado
equilibrado entre la dependencia emocional de los demás y la independencia total.
Las habilidades sociales hacen referencia a la capacidad para establecer y mantener relaciones positivas
con otros, lo que incluye el manejo efectivo de la comunicación, el respeto, la adopción de
comportamientos prosociales, ser asertivos, entre otras capacidades esenciales para interactuar de
manera exitosa en el entorno social (Bisquerra y López-Cassá, 2020). Comprende aspectos tales como
la capacidad para iniciar y mantener conversaciones, afrontar resolutivamente situaciones conflictivas,
valorar las diferencias individuales y grupales, influir sobre los miembros de su comunidad para
movilizarlos en pro de un bien común.
Las habilidades de vida y bienestar se refieren a la habilidad de elegir y practicar conductas que sean
responsables y adecuadas para manejar de manera efectiva los desafíos cotidianos en diversos ámbitos,
como lo personal, laboral, familiar, social y en el ocio (Bisquerra y García, 2018). Dichas habilidades
nos ayudan a estructurar una vida saludable y armónica, promoviendo experiencias de contentamiento
y bienestar. Estas contemplan aspectos tales como fijarse objetivos alcanzables, desarrollar la capacidad
para la toma de decisiones prontas y efectivas, ejercer la ciudadanía de manera activa y
responsablemente, tener una actitud afable y que favorezca no solo el bienestar personal sino el de las
personas que lo rodean.
El estudio de las competencias emocionales se presenta como un campo dinámico y en constante
evolución, reflejo de la complejidad inherente al ser humano y su interacción social. La integración de
los enfoques, dimensiones y perspectivas de las competencias emocionales propuestas por Salovey y
Mayer, Goleman, Bar-On, Bisquerra, Mateo, García, López-Cassá, entre otros, señalan la necesidad de
un enfoque holístico que reconozca la interconexión entre emociones, cogniciones y comportamientos.
Así, el estudio de las competencias emocionales no solo avanza hacia una mayor precisión conceptual
gracias a los avances en neurociencias, sino que también recalca la importancia crítica de educar y
desarrollar estas en individuos de todas las edades. En última instancia, el fomento de las competencias
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emocionales se perfila como una vía fundamental para enriquecer la calidad de nuestras vidas,
mejorando la interacción social, el bienestar personal y la capacidad para afrontar los retos del mundo
moderno.
Educación Emocional y Práctica Pedagógica
Tomar en cuenta las emociones en el ambiente educativo facilita que los estudiantes se integren,
compartan y se relacionen de manera más efectiva con sus compañeros, lo cual enriquece
significativamente las interacciones tanto entre estudiantes como entre estudiantes y profesores
(Inostroza, 2021). Este enfoque contribuirá a formar individuos más completos, empáticos y tolerantes,
capaces de manejar adecuadamente diversas situaciones cotidianas. Por lo tanto, el papel del educador
es crucial en el fomento de la inteligencia emocional, ya que debe entender cómo sus estudiantes
aprenden, reconociendo sus fortalezas, debilidades, intereses y necesidades. Esto le permitirá saber qué
estrategias educativas emplear, cómo y cuándo hacerlo, para promover el desarrollo de niños y jóvenes
emocionalmente inteligentes.
La función del educador en el desarrollo socioemocional de los estudiantes es crucial, ya que requiere
ejercer su empatía para facilitar discusiones abiertas y proporcionar un entorno propicio para la
expresión estudiantil. (Ceballos y Ayón, 2023). Es esencial que los docentes se enfoquen en equipar a
los alumnos con la conciencia y la responsabilidad necesarias para gestionar sus emociones,
pensamientos y acciones de manera efectiva. De este modo, se hace indispensable que el facilitador del
conocimiento esté adecuadamente formado para abordar y comprender los aspectos que comprende la
inteligencia emocional.
Para Inostroza (2021) resulta crucial que los educadores posean una sólida formación en materia de
educación emocional; ya que, mantienen un contacto constante, cercano y prolongado con los
estudiantes. Asimismo, los docentes juegan un rol esencial en el desarrollo de relaciones significativas,
influyendo de manera positiva en la convivencia escolar, la autoestima, el aprecio personal y el
desempeño académico de los estudiantes. Lo señalado anteriormente se debe a que actúan como figuras
de referencia emocional, capaces de compensar carencias afectivas que los estudiantes puedan
experimentar en sus hogares, especialmente en contextos de vulnerabilidad.
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De acuerdo con Corrales y González (2024) es esencial que los docentes posean competencias
emocionales para que puedan fomentar emociones positivas y establecer conexiones con sus alumnos,
así como implementar métodos de enseñanza creativos y estimulantes que promuevan la independencia
de los estudiantes, mejorando así su desempeño académico. La forma en que los docentes expresan sus
emociones en el aula de clases afecta significativamente el proceso de aprendizaje y la conducta de sus
estudiantes, ya que estas desencadenan reacciones emocionales hacia el aprendizaje, creando vínculos
con la temática tratada y los recursos empleados. Un docente emocionalmente competente debe poseer
la habilidad de apoyar y desarrollar el crecimiento emocional de quienes forma, creando relaciones
cercanas y saludables, y comprendiendo sus emociones para ayudarles a identificar y manejar pacífica
y constructivamente los conflictos que se puedan presentar en la escuela y su entorno.
CONCLUSIONES
Se pudo concluir que la importancia de la educación emocional en el ámbito pedagógico es indiscutible
y de múltiples beneficios para la formación integral de los estudiantes y el mejoramiento de las
estrategias de enseñanza aprendizaje de los maestros. Las investigaciones realizadas al respecto
destacan el papel crucial de las competencias emocionales en las prácticas docentes, ya que, no solo
mejoran el rendimiento académico, sino que también fomentan el desarrollo de habilidades
socioemocionales vitales para la adaptación social, la salud mental y el bienestar general.
Los docentes con competencias emocionales están mejor equipados para gestionar dinámicas de aula,
crear entornos de aprendizaje positivos y modelar comportamientos emocionales saludables, lo que a
su vez capacita a los estudiantes para manejar sus propias emociones y relaciones. El discurso
pedagógico enfocado desde estas competencias mejora el clima del aula y les permite a los estudiantes
adecuadas actitudes hacia mismo y hacia los demás, reduce los niveles de estrés y ansiedad,
disminuye los comportamientos disruptivos y mejora además el rendimiento académico.
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