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La autonomía emocional implica la habilidad para mantenerse resiliente frente a las influencias
externas, combinando sensibilidad con fortaleza (Bisquerra, 2018). Se fundamenta en poseer una sólida
autoestima, confianza en uno mismo, una percepción positiva de la propia capacidad de actuar
eficazmente, motivación intrínseca y un sentido de responsabilidad personal. Representa un estado
equilibrado entre la dependencia emocional de los demás y la independencia total.
Las habilidades sociales hacen referencia a la capacidad para establecer y mantener relaciones positivas
con otros, lo que incluye el manejo efectivo de la comunicación, el respeto, la adopción de
comportamientos prosociales, ser asertivos, entre otras capacidades esenciales para interactuar de
manera exitosa en el entorno social (Bisquerra y López-Cassá, 2020). Comprende aspectos tales como
la capacidad para iniciar y mantener conversaciones, afrontar resolutivamente situaciones conflictivas,
valorar las diferencias individuales y grupales, influir sobre los miembros de su comunidad para
movilizarlos en pro de un bien común.
Las habilidades de vida y bienestar se refieren a la habilidad de elegir y practicar conductas que sean
responsables y adecuadas para manejar de manera efectiva los desafíos cotidianos en diversos ámbitos,
como lo personal, laboral, familiar, social y en el ocio (Bisquerra y García, 2018). Dichas habilidades
nos ayudan a estructurar una vida saludable y armónica, promoviendo experiencias de contentamiento
y bienestar. Estas contemplan aspectos tales como fijarse objetivos alcanzables, desarrollar la capacidad
para la toma de decisiones prontas y efectivas, ejercer la ciudadanía de manera activa y
responsablemente, tener una actitud afable y que favorezca no solo el bienestar personal sino el de las
personas que lo rodean.
El estudio de las competencias emocionales se presenta como un campo dinámico y en constante
evolución, reflejo de la complejidad inherente al ser humano y su interacción social. La integración de
los enfoques, dimensiones y perspectivas de las competencias emocionales propuestas por Salovey y
Mayer, Goleman, Bar-On, Bisquerra, Mateo, García, López-Cassá, entre otros, señalan la necesidad de
un enfoque holístico que reconozca la interconexión entre emociones, cogniciones y comportamientos.
Así, el estudio de las competencias emocionales no solo avanza hacia una mayor precisión conceptual
gracias a los avances en neurociencias, sino que también recalca la importancia crítica de educar y
desarrollar estas en individuos de todas las edades. En última instancia, el fomento de las competencias