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Las políticas de financiamiento, tanto a nivel gubernamental como institucional, influyen directamente
en la calidad de los servicios ofrecidos por las universidades (Salmi, 2009). En particular, la dependencia
de fondos públicos o la capacidad de generar ingresos propios a través de la matrícula y la investigación
financiada puede tener implicaciones significativas para la autonomía institucional y la capacidad de
innovar (Johnstone, 2006).
La infraestructura y los recursos tecnológicos también desempeñan un papel crucial en la calidad de la
gestión universitaria. En un contexto global cada vez más digitalizado, la capacidad de las universidades
para integrar tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en sus procesos académicos y
administrativos es fundamental para su competitividad. La implementación de plataformas digitales para
la enseñanza, la gestión de datos y la comunicación interna no solo mejora la eficiencia operativa, sino
que también amplía el alcance y la accesibilidad de los programas educativos (Laurillard, 2012).
Además, la inversión en infraestructura física, como bibliotecas, laboratorios y espacios de estudio, es
esencial para proporcionar un entorno de aprendizaje de alta calidad (Duderstadt, 2000).
La internacionalización es otro factor clave que influye en la calidad de la gestión universitaria. La
participación en redes académicas internacionales, la movilidad estudiantil y docente, y la colaboración
en proyectos de investigación transnacionales son elementos que fortalecen la calidad académica y
aumentan la visibilidad global de las universidades (Knight, 2004). La internacionalización no solo
mejora la calidad del currículo al incorporar perspectivas globales, sino que también facilita el
intercambio de conocimientos y mejores prácticas en la gestión universitaria (Altbach & Knight, 2007).
Sin embargo, la capacidad de una universidad para internacionalizarse está condicionada por su gestión
estratégica y su capacidad para atraer y retener talento internacional (De Wit, 2011).
La relación con el entorno socioeconómico es otro aspecto relevante de la gestión universitaria. Las
universidades no operan en un vacío; están inmersas en contextos locales, nacionales e internacionales
que influyen en sus prioridades y en su capacidad para cumplir con sus misiones educativas y de
investigación. La colaboración con la industria, las organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales, y las comunidades locales puede potenciar la relevancia y el impacto de las
actividades universitarias (Etzkowitz & Leydesdorff, 2000). Además, la responsabilidad social
universitaria se ha convertido en un criterio de calidad cada vez más valorado, ya que las instituciones