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sistema educativo. Sin embargo, a pesar de los múltiples esfuerzos por lograr este objetivo, se puede
evidenciar en las aulas de clase, diversos problemas que afectan el normal desarrollo de las
actividades académicas, condicionados por diversos factores, como las diferencias socio-
económicas, culturales, familiares, emocionales y dificultades de aprendizaje de los cuales muchos
estudiantes son afectados y ocasionan como consecuencia el fracaso escolar. (Orellana, 2017, p.7)
Para abordar el problema del fracaso escolar en Ecuador, es necesario tomar medidas a nivel individual
y a nivel institucional. A nivel individual, esto puede incluir apoyar a los estudiantes en la realización
de tareas y la motivación para estudiar, así como proporcionarles acceso a recursos educativos y apoyo
emocional. A nivel institucional, esto puede incluir mejorar la calidad de la educación, proporcionar
más recursos y apoyo a los profesores y mejorar las condiciones de las escuelas.
Como afirma Baquero (2007) como se citó en Lombardo (2019) si el espacio escolar es un espacio
político obedece a la razón de que sus prácticas no promueven el desarrollo de los sujetos en términos
universales y abstractos; sino que las prácticas escolares producen ciertas formas específicas de
desarrollo psicológico permitidas, que nada poseen, tampoco, de naturales. De allí la doble necesidad
de atender a la especificidad situacional de la producción de conocimientos en sentido estricto y de
producción de subjetividad en sentido amplio, lo que, tal como afirma Baquero (2007), parece requerir
espacios que representen experiencias de producción de saberes políticamente alternativos, modos de
implicación diferentes, operadores de posibilidad, producir espacios para la propia emancipación.
Tal como lo expresa Baquero (2007) debe existir una confluencia necesaria en el ámbito escolar, donde
interactúen la figura del docente, su metodología de enseñanza impactando de forma positiva en los
estudiantes respetando sus ritmos de aprendizaje e individualidades para dar paso al éxito académico.
Para ello, también en se suma importancia que el docente tome una actitud reflexiva sobre su práctica
profesional (Schön, 1987) siendo capaz de aceptar cuando es tiempo de cambiar e innovar o reforzar y
profundizar en sus metodologías.
Varias encuestas han demostrado que muchos docentes no se consideran en absoluto responsables del
fracaso de sus alumnos. En cambio, creen que sus facultades de aprendizaje son innatas, y por eso
atribuyen esencialmente el fracaso escolar a un bajo coeficiente de inteligencia del alumno o al medio
familiar. Para estos docentes, su labor se limita exclusivamente a transmitir conocimientos y no a guiar