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es un gesto crítico similar al reconocer la ignorancia Socrática, que es proactiva respecto al
conocimiento, es entender que, aunque tengamos ciertas interpretaciones, ciertos modelos, ciertas
teorías, y puedan parecer útiles, es necesario estar abierto y dispuesto a reconocer que quizá no son las
adecuadas. El conocimiento científico es contextual, y que sean adecuadas hoy, es un mérito claramente,
que no se ve opacado porque quizá luego deje de serlo.
El pensamiento crítico está orientado no a la búsqueda de la verdad, sino al dominio metacognitivo de
los procesos de constitución del conocimiento. En la complejidad, no hay saber acabado ni definitivo
posible, por lo que la dicotomía de lo verdadero o lo falso no aplica ni es necesaria para una construcción
que varía, en la misma medida que varía el mundo también.
Dejar atrás una manera de enseñar y aprender vinculada al contenido, mantra educativo si los hay en las
últimas décadas, es un proceso ciertamente difícil más no imposible. El problema es que, para ello, los
docentes mismos deberían estar posicionados desde una postura crítica. Y esto no significa obligar o
decirles a los docentes que deben pensar o no, o cómo, sino exigirles (de la misma manera que les
exigimos a los estudiantes) que piensen por sí mismos, y puedan dar cuenta de ello.
CONCLUSIONES
A lo largo de este ensayo, hemos revisado algunas concepciones propias de la filosofía de la ciencia y
el conocimiento, conceptos que nos permitieron delinear y explicar una transición que empezó hace unas
cuántas décadas y todavía persiste, entre la ciencia estándar, y concepciones más críticas de la ciencia.
Entre ellas, se hizo énfasis principalmente en el paradigma de la complejidad, puesto que es la
perspectiva que, se considera, es más adecuada para poder enmarcar la verdadera naturaleza del
pensamiento crítico, que es contextual y siempre multivariable en sus análisis.
Esto tiene consecuencias directas en el ámbito educativo, dado que hace mucho ya se viene trabajando
en transiciones que buscan ser superadoras de las llamadas “pedagogías tradicionales”, en pos de las
pedagogías críticas, en sus distintas variantes. El problema está dado en que, al asumir la complejidad
en la educación, hay una necesaria de elaboración de los roles de estudiante y docente, que requiere un
esfuerzo enorme de ambas partes, puesto que la noción de poder pensar por uno mismo, entendiendo la
variabilidad del mundo e integrándola, es claramente algo más del orden de lo esperable que quizá de
lo posible.