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relacionadas con la violencia, la inequidad, la injusticia, el desplazamiento y la pobreza. El acto de
humanizar consiste en liberar a los seres humanos de la opresión y desarrollar la capacidad que poseen
para ser agentes de cambio a nivel personal y social; lo cual se logra a través de procesos de desarrollo
integral (Freire, 1970). En relación con lo anteriormente señalado, Cobo y Torres (2021) afirman que
“en una sociedad donde el contacto humano es cada vez más escaso, consolidar una educación
humanista es una tarea titánica pero no por ello imposible” (p. 53), por ello se hace necesario trabajar
sobre ella, haciendo énfasis en la tarea de humanizar al docente, asumiéndolo como un ser con carácter
de humano, de carne y hueso, con fortalezas y debilidades, con aciertos y desaciertos, con emociones y
sentimientos que le ponen la impronta de ser humano; brindándole todas las posibilidades que le
permitan potenciar su ser y su labor, que es única y con carácter especial, dado que es un ser humano
que participa en la formación de otros seres humanos. Junto con lo dicho, es importante destacar que
posee un perfil auténtico, que es hábil cognitivamente, es creativo, es un vendedor de ideas, es un
potencializador de los sueños de los estudiantes y por ello se le debe tratar y acompañar en la tarea
formativa que desarrolla, sin olvidar que es vulnerable, se agota, también comete errores y no por ello
deja de mantener su estatus de maestro. Dentro de la gran tarea de humanizar al maestro, se tienen en
cuenta los siguientes aspectos:
- Brindar atención a sus CSE, que pueden también ser definidas como un conjunto de conocimientos,
capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada
los fenómenos emocionales; pueden agruparse en cinco bloques: conciencia emocional, regulación
emocional, autonomía emocional, competencias sociales y competencias para la vida y el bienestar
(Bisquerra y Pérez, 2007). Estas competencias deben ser diagnosticadas, desarrolladas y fortalecidas ya
que se convierten en motores de acción que permitan que todas las dinámicas de la vida marchen de
forma equilibrada, con los altibajos que inevitablemente hacen parte del hecho de vivir, pero que, al
mantenerse, proporcionan tranquilidad y bienestar. A nivel del trabajo con los estudiantes, las CSED se
convierte en ese toque especial que dinamiza el acto educativo en torno al buen trato, a la comunicación
asertiva, a la comprensión del otro y mantienen un clima de aula armonioso que da origen a espacios
en los que los aprendizajes son posibles y en donde se puede construir ciudadanía activa, crítica y