EL AGUA EN EL PENSAMIENTO COMPLEJO:
UN ANÁLISIS INTERDISCIPLINARIO
WATER IN COMPLEX THOUGHT: AN INTERDISCIPLINARY
ANALYSIS
José Luis Montesillo Cedillo
Universidad Autónoma del Estado de México, México
pág. 12151
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i1.16787
El Agua en el Pensamiento Complejo: Un Análisis Interdisciplinario
José Luis Montesillo Cedillo1
jlmonte@prodigy.net.mx
https://orcid.org/0000-0001-9605-8001
Universidad Autónoma del Estado de México
México
RESUMEN
El pensamiento complejo brinda la oportunidad de realizar análisis en los que se integre al mayor número
posible de elementos, sin aislar a uno solo, como lo venía haciendo la ciencia basada en el método de
Descartes. Así, al aborda el agua desde la complejidad no se aísla y se interrelaciona con todo su proceso
desde el mayor número posible de ciencias parciales que puedan contribuir a una gestión compleja del
vital líquido. En consecuencia, se presentan los fundamentos del pensamiento complejo, la
interdisciplinariedad requerida para la investigación del agua, así como sus perspectivas históricas y
culturales en la civilización, su simbolismo en la literatura y el arte. Del mismo modo, se presenta un
análisis del ciclo hídrico y el cambio climático y se destaca su importancia económica y política en la
gestión del recurso, sin dejar lado las diferencias nacionales e internacionales en cuanto a su gestión
como derecho humano y la necesidad del saneamiento mediante la innovación tecnológica. Finalmente,
se concluye en la necesidad de abordar la gestión del agua desde una perspectiva transdisciplinaria que
conduzca al hiperconocimiento de la gestión del agua.
Palabras clave: heperconocimiento, ciencias parciales, innovación tecnológica, ciclo hídrico
1
Autor principal
Correspondencia: jlmonte@prodigy.net.mx
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Water in Complex Thought: An Interdisciplinary Analysis
ABSTRACT
Complex thinking offers the opportunity to carry out analyses that integrate the greatest possible number
of elements, without isolating just one, as science based on the Descartes method had been doing. Thus,
when water is approached from a complex perspective, it is not isolated and is interrelated with its entire
process from the greatest possible number of partial sciences that can contribute to a complex
management of the vital liquid. Consequently, the foundations of complex thinking are presented, as
well as the interdisciplinarity required for water research, as well as its historical and cultural
perspectives in civilization, its symbolism in literature and art. Similarly, an analysis of the water cycle
and climate change is presented and its economic and political importance in the management of the
resource is highlighted, without leaving aside national and international differences regarding its
management as a human right and the need for sanitation through technological innovation. Finally, it
concludes on the need to approach water management from a transdisciplinary perspective that leads to
hyper-knowledge of water management.
Keywords: hyperknowledge, partial sciences, technological innovation, water cycle
Artículo recibido 13 enero 2025
Aceptado para publicación: 18 febrero 2025
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INTRODUCCIÓN
El agua. Un recurso valioso. Conocida como el rey de los elementos, hoy representa uno de los factores
más importantes con que cuenta la esfera de la vida. A pesar de ello, aún existen jóvenes y adultos que
tienen pensamiento lineal respecto a su utilización. A tal punto de concientizarse solamente si se
vivencia la escasez o abundancia del preciado líquido.
Uno de los cambios educativos que se proponen desde la nueva sociedad es la enseñanza apoyada en el
pensamiento complejo. Se ha definido como un modo de ver la realidad en su complejidad; es decir, que
la vida, el mundo, e incluso el mismo individuo, no son entes simples y aislados sino complejos, abiertos,
multiformes y multidimensionales y que, por lo tanto, no pueden ser aprehendidos en toda su riqueza y
diversidad a través de categorías y perspectivas unilaterales. Esta actividad implica: Aprender a abordar
un objeto, comienzo o solución desde diferentes perspectivas sin descartar ninguna por inferior; aceptar
la existencia de elementos que son extraños o complejos y que por ello van más allá de nuestra
percepción inmediata, siendo capaces de reconocer y asumir lo complejo y trabajar por articularlo en
una unidad dotada de riqueza. En este sentido, implica relaciones y conexiones entre las partes del todo
y, desarrollo del pensamiento crítico y analítico al discernir que todas las cosas son el fenómeno creado
de una interacción de muchos factores, estructuras y contexto.
METODOLOGÍA
Se presenta un análsis cualitativo acerca del pensamiento complejo y se destaca su relevancia para
abordar el agua en general. En consecuencia, se presentan los fundamentos del pensamiento complejo y
se destaca la interdisciplinariedad requerida para llegar a una gestión compleja del agua. Para ello, se
presenta una perspectiva histrórica y cultural del recurso hídrico, así como las diferentes asimilaciones
culturales tanto en la literatura y la perspectiva cintífica de las propiedades físicas y químicas del agua.
De igual modo, se destaca el ciclo hídrico y su relación con el cambio clímatico, al igual que la gestión
tanto económica como política de los recursos hídricos. Finalmente, se destaca el derecho humano al
agua y al saneamiento, así como la necesidad de realizar innovaciónes tecnológicas para garatnizar el
acceso a dicho recurso.
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RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Conceptos fundamentales de pensamiento complejo
El pensamiento complejo se aleja de las perspectivas reduccionistas al entender la realidad como el
resultado de sistemas interrelacionados de manera intricada, donde cada componente tiene relaciones
complejas tanto con las partes individuales como con el conjunto (Morin, 1990).
Este enfoque se distingue claramente del pensamiento simplificador, que adopta una visión simplista y
reduce la realidad a elementos independientes, lo que impide un análisis más profundo. Esta
simplificación no promueve una verdadera comprensión, dado que ignora las interacciones complejas
que constituyen la esencia del objeto de estudio. Por lo tanto, surge la necesidad de considerar un
componente adicional de fatalidad para abarcar el fenómeno en su totalidad. Entre las diversas
propuestas para definir el pensamiento complejo en distintas áreas, es crucial destacar su integración
significativa de múltiples conceptos, así como su enfoque en el método científico complejo. Este método
se relaciona con tres dimensiones clave: el desorden, a menudo confundido con la complejidad en sí; la
incertidumbre, vinculada a los posibles efectos que pueden derivarse de cualquier fenómeno; y la
inteligibilidad, que se logra al adoptar un enfoque complejo para analizar los fenómenos en su contexto
natural (Morin, 1990, 2006 y 2006a). Este enfoque permite reconocer la riqueza de las relaciones que
conforman la realidad, lo que favorece una comprensión más completa y multidimensional de los
fenómenos que nos rodean (Chávez-López, 2021).
Un aspecto inicial que merece atención es que, en el pensamiento simplificador, los problemas se
conceptualizan de tal manera que se presentan como causales, monocausales, secuenciales, fáciles o, al
menos, como algo que se puede abordar con relativa sencillez. No obstante, esto no implica que todos
los elementos del problema sean evidentes; de hecho, la información o el conocimiento evaluados a
menudo son insuficientes para intentar calcular los efectos esperados del cambio y el impacto de las
variables involucradas. Los problemas se perciben como parciales o con responsabilidades definidas, ya
sean explícitas o potenciales, y frecuentemente se clasifican en categorías como disciplinas clínicas o
incluso trivialidades, presentándose de forma direccional, formal y determinística (Morin, 2006).
Por el contrario, en el pensamiento complejo es esencial considerar que los problemas deben analizarse
desde una perspectiva totalmente diferente. En este enfoque, los problemas se entienden como
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correlativos y se deben estudiar dentro de contextos o microsistemas que son considerablemente más
amplios y complejos, no simplemente sencillos y homogéneos (Morin, 1999). Estos problemas son
simultáneos o concurrentes, con una complejidad que se manifiesta en tres dimensiones, y requieren un
enfoque transdisciplinario, global y no local (Morin, 1990; 2006 y, 2008). En otras palabras, el
pensamiento complejo busca integrar elementos informales y virtuales, reconociendo la existencia de
paradojas y aspectos probabilísticos.
Interdisciplinariedad en la investigación del agua
Los límites que anteriormente definían el intercambio de saberes y disciplinas se están volviendo menos
claros en la actualidad. Cualquier propuesta interdisciplinaria que busque ser efectiva y profunda debe
identificar explícitamente la disciplina específica desde la cual se aborda el tema. Al considerar la
pregunta relevante: ¿qué podría aportar la ciencia a una investigación sobre el agua en relación con la
complejidad?, la respuesta que se proporciona es un conocimiento interdisciplinario en lugar de un
conocimiento disciplinario específico. Esta reflexión es necesaria al concebir el agua, aunque
inicialmente pueda parecer paradójico, como un objeto ideológico complejo y multifacético, donde la
colaboración de diversas disciplinas científicas y humanísticas es fundamental para su comprensión
integral. La esencia del conocimiento radica en continuar la revisión de mitos y los paradigmas
disruptivos surgen de la desaparición de uno en la creación de otro que logre explicar mejor el fenómeno
en cuestión (Morin, 2006a). En este contexto, es cada vez más usual discutir el fin de los paradigmas
tradicionales y el surgimiento de nuevos modelos de pensamiento que integren diversas perspectivas.
A partir del análisis sobre la construcción de paradigmas disruptivos en el ámbito del agua, es crucial
señalar que esta tarea no se limita a un único campo del conocimiento. Por lo tanto, se presenta la
oportunidad de desarrollar un enfoque innovador que conecte las diversas dimensiones de la realidad
social con la problemática hídrica, un aspecto que evoca representaciones frecuentemente silenciadas y
prácticas cotidianas intrínsecamente vinculadas. Sin embargo, es esencial admitir que en la complejidad
de la naturaleza han surgido múltiples perspectivas, cada una contribuyendo con su propio enfoque. Así,
la exploración del agua como un desafío nos lleva a espacios sociales que van más allá de las
representaciones tradicionales, destacando la jerarquización de los saberes disciplinarios que tienden a
fragmentar el análisis en un aspecto singular y específico de la totalidad vital (Morin, 1992 y1999). Este
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marco de trabajo invita a superar las limitaciones del pensamiento convencional y a adoptar una visión
integral que contemple el agua no solo como un recurso, sino como un elemento fundamental que
interconecta la vida y el bienestar de las comunidades. En resumen, esta propuesta busca fomentar un
diálogo interdisciplinario que cuestione las nociones preestablecidas y promueva una comprensión más
profunda de la relación entre el agua y el tejido social en el que se inserta.
El agua como objeto de estudio: perspectivas históricas y culturales
El agua se presenta como un elemento fundamental que puede ser analizado de manera compleja. En
los distintos niveles de estructuración, organización y funcionamiento del mundo material, el agua se
considera un recurso esencial para la vida y es clave para la comprensión de los sistemas socio-
ambientales en los que se encuentra. Su estudio abarca diversas disciplinas, desde la ecología, la física
y la química, hasta su conexión con la biología y las ciencias sociales, estableciendo un vínculo entre la
naturaleza y la cultura (Osca-Lluch y Haba-Osca, 2022).
Así, el uso, control y distribución del agua están intrínsecamente relacionados con códigos, normas y
prácticas culturales que varían según la región. Diferentes enfoques han sido propuestos para entender
la relevancia del agua en la dinámica de la vida humana y natural.
El desarrollo cultural e histórico de los seres humanos ha facilitado el entendimiento de este recurso, el
cual se manifiesta en un contexto heterogéneo y diverso de entornos bióticos y abióticos, lo que sugiere
la existencia de naturalezas cambiantes y diferenciadas. Por lo tanto, el potencial productivo del agua
está relacionado con su calidad, cantidad, ubicación geográfica, paisajes y el entorno que refleja su
riqueza. En el idioma quichua, términos como “mucho, snucho, poco” resaltan las adaptaciones que
desarrollan las comunidades en relación con los diferentes niveles de organización de su realidad
cultural, subrayando que el agua no es solo un recurso, sino un elemento que influye significativamente
en la existencia de las sociedades.
El agua es el dominador absoluto e indiscutible de nuestro mundo, el agua ha dado vida a innumerables
formas de existencia y, de la misma manera, es también el que se lleva lo efímero (CONAGUA, 2023).
Por esta razón, no se puede considerar que el agua tenga un efecto negativo; estas cristalizaciones son
el reflejo de la profunda composición de las experiencias acumuladas a lo largo del tiempo por los
pueblos en sus respectivos paisajes naturales, donde la relación sujeto-naturaleza cobra un énfasis
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especial y vital.
Las características topográficas, así como la distribución del agua en un determinado territorio, deciden,
de manera fundamental, el destino de las poblaciones que allí residen. Sin embargo, a diferencia de otros
espacios que pueden ser moldeados o transformados, los términos con los que los pueblos explican la
organización de su medio sico no provienen únicamente de acciones, prácticas o decisiones deliberadas
(De la Rosa y Miró, 2024). Es más bien el producto de un discurrir lento y meticuloso a lo largo del
tiempo, y una vez que esos patrones han sido establecidos, se convierten en un conductor cultural que
se transmite de generación en generación, el cual no puede ser fácilmente transgredido. Estas nociones
y conceptos constituyen categorías culturales de superficie que son el resultado directo de complejasf
relaciones de objeto con el medio natural, todo esto bajo condiciones socio-técnicas e ideológicas
históricas que han sido determinadas a lo largo del tiempo (Becerra y Herrera, 2024).
Importancia del agua en diferentes civilizaciones
Las civilizaciones antiguas, a lo largo de la historia, han reconocido y clasificado de manera fascinante
dos tipos principales de agua: el agua de arriba, que incluye las lluvias, ríos caudalosos y manantiales
naturales y, por otro lado, el agua de abajo, que se refiere al agua subterránea que se encuentra bajo la
superficie de la tierra (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, 2018).
Para los filósofos y poetas de la antigua Grecia, el agua poseía un doble destino: uno vinculante con el
mundo terrenal y otro que trascendía lo físico, un concepto que se relacionaba con lo supersensible
(Solano, 2009).
En el caso de los egipcios, eran expertos conocedores de la lógica hidráulica, una práctica que se
considera predecesora de la hidráulica moderna contemporánea. Ellos concebían la nutrición y el
sustento de su vasta tierra a través del poderoso Nilo, que les proporcionaba no solo peces y aves, sino
también vegetales y un limo fecundo que enriquecía sus tierras (AQUAE, 2022).
Civilizaciones milenarias como las de China (Mammadova, et al., 2021) la de la India y la de
Mesopotamia tenían una visión muy precisa sobre la distribución del agua en sus territorios, guiados por
las indicaciones de sus deidades y la influencia de sus mitos.
Simbolismo del agua en la literatura y el arte
El agua es un componente recurrente de variadas expresiones culturales en muchas partes del mundo.
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La simbología del agua expresa una serie de significados en distintas regiones del mundo, lo que indica
que posee una fuerte carga sociocultural.
En Occidente, el simbolismo de las aguas está, en ocasiones, estrechamente relacionado con el mito del
diluvio universal, que funciona como signo del fin de una etapa y el comienzo de otra completamente
diferente; en este mito, el hombre aparece creado en la Tierra, la cual es regada por ríos caudalosos
(Velázquez y Rodríguez, 2019; Conagua, 2018).
En Mesopotamia, donde la región desértica es más habitable que otras regiones similares del entorno
circundante, para los habitantes de esa zona, los cursos de agua tienen fines terapéuticos y sanadores;
de este modo, las aguas en movimiento representan el aire en constante renacimiento y transformación
(van Dijk-Coombes, 2018).
Sin embargo, el simbolismo del agua es tomado desde distintos puntos de vista en la rica literatura
oriental; tal es caso de los caudales del río que expresaban la inestabilidad y el continuo cambio, y el río
que además determinaba la división de dos mundos opuestos, reflejando así contradicciones humanas.
Para los chinos, la fluidez de las aguas reflejaba la existencia de la naturaleza del té, que es una
transformación constante del qi, la energía vital. Por otro lado, (Cabañas, 2018) los japoneses
encontraban una profunda paz espiritual en la contemplación serena de las aguas tranquilas, donde el
silencio del entorno les permitía conectarse con su interior, creando una conexión entre el ser humano y
su entorno natural.
Cuando nos adentramos en el fascinante mundo de la literatura, encontramos no solo la expresión, sino
también el símbolo con el cual los pueblos han sabido comunicar los profundos contenidos arquetípicos
que han existido a lo largo de la historia. En este contexto, el agua juega un papel simbólico de gran
importancia y relevancia. Por un lado, esta materia esencial se relaciona estrechamente con el útero, con
la figura materna, con aquellos aspectos más inclusivos y abarcadores del alma humana.
El agua, en una frase, puede representar la vida misma, el misterio de lo desconocido, la inmensidad del
tiempo y sus constantes oscilaciones. El agua llana y pacífica constituye la cualidad dual indispensable
que necesitan los humanos para alcanzar un entendimiento más profundo y la iluminación espiritual.
Las fuentes sagradas, los ríos caudalosos y enérgicos poseen poderes sanadores y regeneradores del
alma en diversas creencias espirituales que se han desarrollado a lo largo de la historia.
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Finalmente, la estructuración simbólica representativa del agua puede también ser identificada en una
expresión estética, como es el arte, que recupera la vital relación del sujeto con la realidad circundante.
Las poderosas imágenes del agua o aquellas que incluyen agua ponen de manifiesto una relación vital y
profunda con la naturaleza, contrastando la fragilidad del ser humano con el extraordinario y abrumador
poder de la naturaleza que nos rodea constantemente.
El agua desde una perspectiva científica
La materia se manifiesta en la naturaleza a través de tres estados físicos claramente diferenciados: sólido,
líquido y gaseoso. Sin embargo, es entre 0 °C y 100 °C donde el agua se convierte en un elemento
excepcional, mostrando su extraordinaria capacidad para mantenerse en estado líquido. Este singular
fenómeno es vital para la existencia de la vida en nuestro planeta. Es importante destacar que el agua
tiene la capacidad de no disolverse en muchos compuestos iónicos, los cuales tienden a descomponerse
en su presencia. Gracias a esta propiedad, el agua actúa como un solvente que puede disolver la mayoría
de las sustancias capaces de establecer un enlace de hidrógeno, lo que a su vez promueve un sinfín de
reacciones y procesos biológicos fundamentales para la vida.
El agua pura, en su forma más natural y libre de impurezas, tiene la asombrosa característica de no
conducir electricidad. No obstante, cuando se mezcla con ciertas sales, su estructura se transforma y,
gracias a la disociación iónica, se convierte en un excelente conductor de corriente eléctrica.
Si examinamos el agua en su forma más básica, notaremos que se descompone en dos tipos de iones:
hidrógeno e hidroxilo. Además, cuando esta agua pura interactúa con sustancias químicas, puede ceder
protones y generar ácidos, o aceptarlos, produciendo bases. Este fenómeno se puede comprender mejor
a través de la Ley de Lewis, que nos indica que un ácido se identifica por su capacidad de formar un
enlace covalente al unirse al par de electrones de otra sustancia, mientras que una base se define por su
habilidad para aceptar ese enlace. Es crucial destacar que el agua también posee una propiedad singular:
al congelarse, se expande, permitiéndole flotar en su estado sólido sobre el líquido. Además, puede
absorber grandes cantidades de energía sin experimentar variaciones drásticas en su temperatura. Estas
características excepcionales no solo son vitales para la vida, sino que también convierten al agua en un
recurso económico indispensable. En resumen, el agua no es solo una sustancia común; es una maravilla
extraordinaria que juega un papel fundamental en nuestro mundo.
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Propiedades físicas y químicas del agua
Al entender las propiedades fundamentales del agua, se puede apreciar con mayor claridad su
importancia esencial en la biosfera que nos rodea. De igual modo, se puede observar de manera evidente
el carácter representativo de las principales corrientes del pensamiento complejo que han surgido en el
análisis de este recurso vital, especialmente al considerar las propiedades físicas y químicas del agua
como factores clave en la aparición de sistemas complejos presentes en nuestro entorno (AQUAE,
2021). Desde una perspectiva que abarca las matemáticas emergentes, relevantes en el pensamiento
complejo, se define un sistema como cualquier conjunto de entidades independientes que se considera
como una unidad; sin embargo, se mantiene un compromiso firme de homogeneizar materia o
información convencional en este análisis. Así, en función de las propiedades fisicoquímicas del agua,
cualquier sistema vivo que incorpore este elemento se presenta como si estuviera bajo un mismo y único
molde, evidenciando las similitudes y conexiones que se establecen en la naturaleza.
En el contexto del vasto universo, las propiedades singulares del agua, como su elevado poder calorífico,
su alta tensión superficial, la densidad del hielo que es inferior a la del agua líquida, la notable
transparencia de su forma líquida ante las ondas electromagnéticas, la dilatación que se observa en su
estado caliente y la menor cantidad de moléculas que se agrupan en su interior, son fundamentales para
la existencia de la vida tal como la conocemos. Si estas características no formaran parte de la norma,
la vida sería inconcebible. La singularidad del agua se evidencia al compararla con otros fluidos
volátiles, estableciendo una diferencia significativa. La primera de estas diferencias radica en la
necesidad de facilitar la migración de los organismos vivos, lo que se traduce en desplazamientos a
través de diversos hábitats relacionados con diferentes condiciones edáficas y climáticas. Este fenómeno
se observa en las islas de vida, donde se refleja la conexión con el entorno que ha sido sustentado por la
corteza terrestre que nos sustenta.
Ciclo hidrológico y cambio climático
El ciclo del agua es un proceso natural que regula el funcionamiento hídrico de la Tierra a través de una
serie de etapas que carecen de un inicio o un final definidos. Este ciclo ha sido un factor importante en
el surgimiento del término complexus, que antecede a complejo, y que es crucial para el desarrollo de
las teorías del caos y la complejidad en el ámbito científico. Estas teorías se presentan como expresiones
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y metáforas que ilustran el efecto mariposa y las limitaciones del conocimiento científico, según dos
corrientes significativas del pensamiento complejo contemporáneo: la sismología y la termodinámica.
Además, el ciclo hidrológico a menudo se compara con el ciclo de vida del planeta, lo que resalta la
interconexión entre los diversos sistemas de la naturaleza.
La interrelación de la variabilidad hidrológica se manifiesta en diversas formas, especialmente a través
de la distribución espacial y temporal de precipitaciones, así como de la evapotranspiración, la
escorrentía, el almacenamiento de agua, ya sea superficial o subterránea, y la humedad del suelo
(Bolaños y Betancur, 2018). Esta compleja red de interacciones influye decisivamente en la variabilidad
espacial y temporal de los sistemas atmosféricos de mayor escala que actúan en el relieve de la Tierra.
Tal complejidad es propensa a presentar diferentes escenarios que impactan los ámbitos social,
económico y ambiental, caracterizados frecuentemente por disparidades que pueden degenerar en
conflictos en ciertos casos, y que afectan particularmente al llamado territorio hídrico. Esta problemática
es, sin duda, una de las principales vías que alimentan las relaciones de causa-efecto, así como también
los procesos de retroalimentación e interacción que se dan en el ciclo del agua, especialmente en el
contexto del cambio climático.
A su vez, las alteraciones tanto internas como externas, que afectan a los sistemas mencionados, junto
con el concepto de resiliencia del sistema global, son atribuibles en parte a la naturaleza vacua,
turbulenta y pseudoaleatoria del comportamiento del sistema social. En otras ocasiones, estas
alteraciones están vinculadas al efecto amortiguador que se basa también en las resistencias endógenas
al cambio, que son clave para entender la dinámica del medioambiente y las respuestas de la sociedad
ante situaciones de estrés hídrico y climático.
El agua como recurso económico y político
Es fundamental aclarar que la clasificación técnica que se realiza sobre las aguas en superficie tiende a
generar, en la mayoría de los casos, una aproximación errónea a la comprensión profunda y la gestión
efectiva de los numerosos problemas asociados a su conservación y protección. Esta clasificación por
lo general desmerece las múltiples funciones y atributos que poseen las cuencas hidrográficas, así como
los ecosistemas terrestres o acuáticos, tanto a nivel local como global. Por lo tanto, (Aguilar-Sánchez y
De la Rosa-Mejía, 2018) es de vital importancia que, en lo que respecta al manejo de los recursos
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hídricos, se visualicen y se aborden desde una perspectiva mucho más sistémica e interdisciplinaria. En
este sentido, es crucial reconocer que hay componentes clave, tales como el hidrológico, el edafológico,
el geomorfológico, así como los estudios forestales y las prácticas en contextos agrarios o urbanos, que
necesitan ser considerados no desde las prácticas especializadas y sectoriales que a menudo se utilizan,
sino desde enfoques y prácticas que sean integradoras y que permitan entender las interrelaciones que
existen entre estos distintos elementos del entorno.
En términos conceptuales, la tipificación del recurso hídrico ha sido también errática, tripartita y
separadora. Esta inconsistencia se hace aún más evidente al sostener en principio y en numerosos textos
escolares que el agua es una fuente primaria, disponible y accesible, una materia prima transformable,
además de múltiples bienes de consumo. Estos elementos en conjunto los convierten, (Pérez, et al.,
2017) por ende, en simples factores de producción económica, a la vez que son objeto de una feroz
competencia sectorial. Esta dualidad en la utilización del agua es problemática, ya que se clasifica como
bien público o bien privado.
Esta clasificación no es de fácil conciliación y, en muchas ocasiones, transforma el mercado en un
intermediario. Sobre todo, se convierte en un fuerte expoliador de los recursos hídricos existentes. Por
todo ello, se explica que, entre numerosos otros ejemplos, al embalse de agua de la Amazonía se le
extraigan anualmente millonarios caudales Esta situación se produce en estrecha alianza entre el capital
agroexportador y el capital internacional, creando un escenario donde las prioridades económicas
pueden atentar contra la sostenibilidad y el uso responsable del agua, en un contexto donde el acceso al
agua se ha vuelto un tema de creciente urgencia (Uribe, et al., 2024).
Gestión de recursos hídricos
Se ha dicho en diversas ocasiones que la intervención sobre los sistemas de agua mediante el suministro
y uso de infraestructuras ha generado un deterioro significativo en estos sistemas, contradiciendo así la
sostenibilidad del ambiente y la calidad de vida de los seres humanos. Como una alternativa a estas
intervenciones que muchas veces resultan perjudiciales, se ha propuesto el uso del enfoque de gestión
de Recursos de Conocimientos sobre el Sistema y algunas de sus herramientas más relevantes, en
especial las innovadoras metodologías de Diálogo de Saberes y Modelación Participativa (Carenzo y
Trentini, 2020). Ambos métodos tienen como objetivo primordial la incorporación al sistema de interés
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de las visiones y conocimientos provenientes del exterior, a través de la interacción constante y
enriquecedora entre los diversos actores que se relacionan e intervienen en el sistema en cuestión. Este
enfoque, sin embargo, hace cesar las interacciones internas de un sistema, lo cual puede limitar la
capacidad de análisis, dificultando que el desempeño y la evolución del sistema se puedan inferir de
manera adecuada bajo la deducción formulada a partir de las variables que lo componen. En este sentido,
el conocimiento se desglosa hasta alcanzar su menor parte estable y medible, siendo este un proceso que
resulta profundamente subjetivo y que se basa en la representación de hechos, lo que puede llevar a
interpretaciones diversas y, en ocasiones, erróneas de la realidad y sus dinámicas.
Así, el agua se utiliza como un insumo fundamental en múltiples procesos, la cual, una vez que ha
cumplido su función específica, saldrá del sistema a través de un proceso denominado vertimiento. Este
vertimiento afecta de manera significativa a los cuerpos de agua, dando lugar a interacciones que
resultan en un cambio neto del proceso hídrico. Tal es el caso del modelo integrado de planes y
programas que fundamenta que el agua es de vital importancia para la vida, esencial para llevar a cabo
todas las actividades económicas y sociales.
Por lo tanto, es imprescindible que se adopte un manejo con un enfoque integral que contemple todos
los aspectos del ciclo del agua. Sin embargo, este enfoque, muchas veces hace uso mecánico de la idea
de que el agua es simplemente un insumo, destinado a la satisfacción inmediata de las necesidades del
ser humano, como si fuera cualquier otro recurso. Esta perspectiva a menudo omite el entendimiento de
la importancia del resto del ciclo vital e integrado del agua en su dinámica natural.
En última instancia, cuando hablamos del agua, estamos haciendo referencia al concepto de agua
circulante, que corresponde a una visión más amplia y compuesta que incluye la parte hidrológica del
agua, y es necesario integralmente reconocer todas estas interacciones para asegurar la sostenibilidad de
este recurso vital.
Conflictos por el agua a nivel nacional e internacional
La gestión del agua se configura como uno de los problemas más cruciales y relevantes a nivel mundial
en la actualidad, por una razón fundamental: enfrentamos un recurso que es limitado y que,
lamentablemente, cada vez se encuentra más esquilmado debido al uso voraz e irresponsable que se hace
de él en nuestra vida cotidiana.
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Es fundamental destacar que, al mirar hacia el futuro, el agua limpia se vislumbra como el desafío
ambiental número uno en el este siglo, de manera análoga a lo que ocurrió con la atmósfera durante el
siglo XX. Además, se prevé que las migraciones humanas serán cada vez más impulsadas y forzadas
por la creciente escasez de agua, en un mundo donde el poblamiento de áreas que en la actualidad son
consideradas inhabitables seguirá aumentando.
Este fenómeno se verá exacerbado por conflictos bélicos, los efectos devastadores del cambio climático,
el efecto invernadero, la degradación de los suelos fértiles, así como la contaminación de las aguas, tanto
superficiales como subterráneas, que son indispensables para la vida (Orta, 2018). Es crucial que
tomemos conciencia de estas realidades y nos preparemos para enfrentar estos desafíos inminentes.
Incluso en países como España, una nación que se encuentra en la encrucijada de diversas culturas a lo
largo de su historia, el persistente conflicto relacionado con el agua divide al país en dos partes bien
marcadas: una región es significativamente más rica en recursos hídricos, donde las lluvias son
frecuentes y el agua abunda, mientras que la otra es considerablemente más pobre y escasa en cuanto a
estos recursos. Estas dos regiones no logran convivir pacíficamente, generando tensiones y disputas
constantes (Tejedor y Cárcel-Carrasco, 2017). Además, se ha visto la necesidad de cortar el caudal
ecológico del río, lo cual tiene como consecuencia la reducción de las zonas húmedas del sur, que, en el
fondo, no dejan de ser una simple cuneta, especialmente después de que se le ha tomado el caudal al
mismo río. Estas comunidades han recorrido y utilizado todas las acequias y canales disponibles,
debilitando así, hace ya un cuarto de siglo, a los ecosistemas más frágiles y deteriorados de Europa, tales
como el Mar Menor y las Tablas de Daimiel. Si no toman medidas efectivas muy pronto, estos
ecosistemas, que una vez fueron vibrantes y llenos de vida, acabarán convirtiéndose en simplemente
antropogénicos, con consecuencias devastadoras para el medio ambiente. Ejemplos a nivel global como
el Danubio y el extinto mar de Aral son testimonios de cómo la gestión del agua se ha convertido en un
factor crucial que está directamente relacionado con la pérdida y degradación del medio ambiente.
El Agua como derecho humano
A lo largo de la historia, los seres humanos han procurado garantizar de manera constante su
supervivencia y desarrollo, razón por la cual en cada época y cultura solo han respetado aquellos
sistemas en los que tuviesen la capacidad de influir o, en su defecto, poder controlar de manera eficaz
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para asegurar la disponibilidad de agua, y a su vez, evitar así el descontrol o agotamiento del recurso
natural que es fundamental para la vida. Actualmente, y en la sociedad contemporánea, observamos una
notable tendencia a considerar el agua cada vez más como una mercancía y no como un derecho humano
esencial, lo que cambia la visión tradicional que se tenía del recurso (Ibáñez y Lazo, 2018). Solamente
a partir del siglo XIX, con el proceso de formación de los Estados Nacionales, surge la idea moderna de
la administración del Estado que tiene como objetivo primordial cuidar del bienestar de todos los
ciudadanos y protegerlos en la medida de lo posible de los diversos peligros existentes en la sociedad.
Para cumplir con este objetivo, se atribuye a los mismos la propiedad del bien común, como es el caso
del recurso vital que es el agua, que si no es administrado con justicia podría convertirse en un bien
exclusivo y escaso, aumentando así las desigualdades y conflictos entre sociedades.
En 1948, con la famosa Declaración Universal de los Derechos Humanos (Naciones Unidas, 2015), el
acceso al agua no queda claramente definido o delimitado de manera precisa, ya que se señala que todo
ser humano tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, tanto a él como a su familia, la
salud y el bienestar en su conjunto, lo que incluye aspectos fundamentales como la alimentación, el
vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios para una vida digna. Por lo
que el mecanismo para asegurar esos insumos y necesidades básicas quedaría a discreción de cada país
y sus respectivas políticas.
Sin embargo, más adelante, con la adopción de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos en
1966 (Naciones Unidas, 1966), el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales definió de
manera más precisa que los recursos hídricos, fundamentales y claves para el ejercicio adecuado de los
derechos humanos, debían ser accesibles, aceptables, disponibles y de calidad. A lo largo de los os,
el llamado acceso al agua desarrolló un marco específico y amplio. Este marco se destacó por
proporcionar información de gran utilidad y relevancia acerca de cuáles eran los deberes que los países
debían poner en práctica para cumplir con el derecho al acceso al agua, responsabilizándolos ante la
comunidad internacional y promoviendo una mejor calidad de vida para su población.
Acceso al agua potable y saneamiento básico
Determinar si la población de una determinada región tiene o no acceso a un abastecimiento de agua
potable es siempre un tema de alta conflictividad y controversia. El agua que mana del subsuelo bajo
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tierra y que constituye una verdadera riqueza de las naciones se ha convertido en oro líquido, una piedra
preciosa, y una joya codiciada.
El agua, esencial para la vida, es ahora un bien económico de gran valor y se niega a quien no paga.
Esto provoca que las comunidades menos favorecidas, los pobres del mundo, se hayan quedado sin ese
elemento vital para sobrevivir, que es el agua limpia. Así, el derecho al agua se convierte en un asunto
de primer orden, porque está íntimamente relacionado con la supervivencia y el bienestar de los seres
humanos, y como tal, se establece como una condición indispensable para el ejercicio pleno del resto de
los derechos humanos fundamentales. Sin acceso a agua potable, no puede haber salud, dignidad ni
desarrollo.
Lamentablemente, muchas políticas en relación con el acceso al agua potable y el saneamiento básico
están guiadas por criterios que son puramente económicos, lo que a menudo choca contra los principios
de justicia que deberían guiar estas políticas fundamentales. Parecería sacado de un relato de ficción,
pero la triste y dura realidad de nuestro siglo es que existen países ricos donde el agua se derrocha de
manera alarmante, ocasionando graves problemas para las próximas generaciones que heredarán estas
dificultades (Saravia, et al., 2023). En contraposición, hay otros países en los cuales el líquido vital no
es suficiente, lo que causa un deterioro en la salud de las poblaciones afectadas y contribuye a un
empobrecimiento generalizado de la calidad de vida.
Tecnologías innovadoras para la gestión del agua
Los trabajos están siendo conducidos de forma interdisciplinaria, involucrando a un variado grupo de
profesionales como tecnólogos, ecólogos, hidrólogos, geólogos, botánicos y administradores. Este
enfoque diverso ha permitido el desarrollo de tecnologías innovadoras de bajo costo para la captación y
almacenamiento eficiente de agua, especialmente destinadas a satisfacer las necesidades de las familias.
Entre estas destacadas tecnologías señalamos la cisterna de placas, el tanque australiano, el barreiro, la
cisterna-cal, el embalse subterráneo y el recinto diseñado específicamente para la captación de agua de
lluvia. Este esfuerzo ha conllevado a acciones significativas de rescate cultural, enfocándose en la
restauración y ampliación de antiguas tecnologías tradicionales, como es el caso de las antiguas presas.
Con el propósito de alcanzar la sostenibilidad y provocar un cambio de paradigma en el esquema de
manejo del agua, es verdaderamente necesaria la diversificación del uso de tecnologías apropiadas. Esto
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debe ser considerado como un resultado directo del empleo del pensamiento ambiental desde un enfoque
multidisciplinario y complejo. Para llevar a cabo una investigación científica profunda sobre las cuencas
hidrográficas entendidas como ecosistemas complejos, es necesario además evaluar las tecnologías
existentes que son más apropiadas para ese fin específico.
Es fundamental adoptar una actitud que combine tanto la anticipación como la prudencia, características
imprescindibles para establecer un método claro de intervención en problemas complejos. Este enfoque
debe estar fundamentado en el pensamiento complejo y estar impulsado por una fuerte conciencia
ecológica. Estos son dos prerrequisitos esenciales para garantizar el sostenimiento de los adelantos que
son propios de las ciencias desde una perspectiva epistemológica.
CONCLUSIONES
El pensamiento complejo permitió introducir una redefinición abarcativa del agua, realidad material,
más allá de sus propiedades físico-químicas, se aprecia la oportunidad de avanzar en el conocimiento
de tal teoría en sus planteamientos originales para acceder a la complejidad del agua desde una
perspectiva epistémico-interdisciplinaria. De este modo, es posible superar el reduccionismo para
alcanzar el desarrollo sostenible, fuertemente comprometido con el manejo sostenible del recurso
hídrico. Al propio tiempo, cobra consistencia y legitimidad la propuesta de cruzar los siglos de historia
analítica de la ciencia con el diseño planteado desde la teoría de las ciencias de la complejidad sistémica
y su configuración en la posmodernidad.
Es un imperativo técnico-conceptual superar el absoluto disciplinar de las ciencias o ingenierías del
agua. La explicación se encuentra precisamente en las singularidades de la teoría que permiten abordar
los sistemas complejos. Así, el costo-beneficio se invierte y las decisiones y los sistemas de gestión
derivan en propuestas y tecnologías mucho más ajustadas a la realidad sistémica del complejo hídrico.
La interdisciplina es un fenómeno complejo en sí mismo, lo que implica que no existe una metodología
unificada para abordarla y que, además, su realización implica necesariamente diálogos y confrontación
entre perspectivas y saberes diversos. Así, se despliega como un esfuerzo colectivo y cooperativo en el
que los sujetos involucrados comunican y confrontan sus perspectivas, saberes, presupuestos, valores y
actitudes, con el fin de profundizar y refinar su comprensión y sus intervenciones sobre lo real en su
complejidad.
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Lo transdisciplinario se despliega entonces como el esfuerzo cooperativo por exceder la disciplina en la
que se produce el saber para buscar el hiperconocimiento, que es el que permite comprender los
fenómenos en su complejidad. Siguiendo con la referencia a la hipermentabilidad, se está refiriendo a
una construcción (también cooperativa y dialógica, es decir, circula por la creatividad, no existe como
una suma de conocimientos, ya que siempre hay un salto, un cambio de calidad, pero para no rehuir al
infinito, también implica una cierta asimilación directa que permite establecer relaciones de
interdependencia y correspondencia entre ciertos sectores epistémicos de la realidad) que produce los
estratos de la interpretación (matemática, física, química, orgánica, etc.), según la dinámica del
fenómeno mismo.
Los desafíos actuales y futuros relacionados con el agua deberían motivar a las comunidades científicas
a buscar soluciones innovadoras a estos problemas, mediante la investigación interdisciplinaria y un
entendimiento profundo de los mismos. Identificar las concepciones del agua que impactan en países
donde las sequías son frecuentes y las aguas subterráneas representan la principal fuente hídrica podría
ser un paso inicial antes de implementar políticas y soluciones amplias.
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