Recorrido Histórico e Investigativo sobre Prácticas Evaluativas de los Docentes para la Formación en Competencias

 

Katia Milena Beltrán Buelvas [1]

[email protected]

https://orcid.org/0009-0002-9657-3454

Universidad Metropolitana de Educación Ciencia Y Tecnología.

Institución Educativa Belén. Colombia.

 

RESUMEN

La evaluación educativa ha sido, desde tiempos inmemoriales, una herramienta esencial en el proceso enseñanza-aprendizaje, siendo un reflejo de las prácticas pedagógicas y los valores socioculturales de cada época. Sin embargo, en las últimas décadas, con el advenimiento de un mundo cada vez más globalizado y en constante cambio, la demanda de una educación orientada a la formación en competencias se ha incrementado considerablemente. Por tanto, se definió como objetivo analizar desde una perspectiva histórica e investigativa la evolución conceptual de las prácticas evaluativas de los docentes para la formación en competencias. Metodológicamente se fundamentó en un análisis documental cualitativo hermenéutico. Se concluyó que la evaluación en el proceso educativo es crucial cuando se comunica al estudiante con la finalidad principal de mejorar los resultados. Esto permite la creación e implementación de estrategias para potenciar habilidades, superar desafíos, enriquecer el pensamiento y mejorar las competencias, todo ello vinculado al fortalecimiento de la motivación y el compromiso educativo. La evaluación llevada a cabo por los educadores debe ser integral, considerando diversos aspectos que contribuyen al aprendizaje, enfatizando la importancia de los componentes conceptuales, emocionales, procedimentales y conductuales. La evaluación se ha consolidado como una herramienta esencial para determinar y calificar el nivel de aprendizaje de los estudiantes en relación con las metas académicas propuestas al comienzo del ciclo educativo. Se utiliza para determinar cuantitativamente dónde se sitúa un estudiante en su trayectoria de aprendizaje, involucrando acciones de estimación, juicio y apreciación.

 

Palabras clave: evaluación; formación; competencia; práctica.  


 

Historical and Investigative tour on Evaluative Practices of Teachers for Training in Competencies

 

ABSTRACT

Educational evaluation has been, since time immemorial, an essential tool in the teaching-learning process, being a reflection of the pedagogical practices and sociocultural values of each era. However, in recent decades, with the advent of an increasingly globalized and constantly changing world, the demand for skills-oriented education has increased considerably. Therefore, the objective was to analyze from a historical and investigative perspective the conceptual evolution of the evaluative practices of teachers for the training in competences. Methodologically, it was based on a qualitative hermeneutical documentary analysis. It was concluded that evaluation in the educational process is crucial when it is communicated to the student with the main purpose of improving results. This allows the creation and implementation of strategies to enhance skills, overcome challenges, enrich thinking and improve skills, all linked to strengthening motivation and educational commitment. The evaluation carried out by educators should be comprehensive, considering various aspects that contribute to learning, emphasizing the importance of conceptual, emotional, procedural and behavioral components. Assessment has established itself as an essential tool for determining and grading the level of student learning in relation to the academic goals proposed at the beginning of the educational cycle. It is used to quantitatively determine where a student stands on their learning path, involving actions of estimation, judgment and appreciation.

 

Keywords: evaluation; formation; competence, practice.

 

 

Artículo recibido 21 agosto 2023

Aceptado para publicación: 26 setiembre 2023

 


INTRODUCCIÓN

En todas las eras, la escuela ha sido la entidad social encargada de atender las necesidades educativas que la sociedad plantea, con el objetivo de formar individuos conforme a sus necesidades. Esta responsabilidad sigue vigente hoy en día, enfrentándose a desafíos provenientes de avances científicos, tecnológicos y presiones políticas. Estos retos exigen buscar formas adaptadas al contexto presente para brindar una educación de calidad, equitativa e inclusiva. Es esencial revisar constantemente las metodologías pedagógicas y cómo estas se evalúan, para satisfacer las demandas de un mundo global. Según Ahumada (2018), el papel del educador es crucial para el desarrollo holístico del estudiante, sirviendo como un puente principal para el aprendizaje y la adquisición de valores, habilidades y comportamientos.

El alumno no solo se sumerge en el contenido curricular, sino que, al interactuar con docentes y compañeros, adquiere habilidades y valores alineados con las expectativas sociales. La evaluación es fundamental en este proceso. Galeano (2014) sostiene que la evaluación es vital para potenciar la calidad educativa. Esta no solo se basa en resultados, sino que guía y da forma a la enseñanza, resaltando su naturaleza colaborativa y reflexiva. La evaluación es, por lo tanto, un motor esencial para la innovación y mejora en el ámbito educativo, influyendo activamente en el proceso formativo.

El papel del educador se visualiza como un facilitador en el aula, potenciando habilidades, actitudes y las inquietudes de los alumnos, quienes se espera que sean críticos, reflexivos y capaces de impactar su comunidad. La evaluación, en este marco, adquiere un rol crucial, no solo como medio de medición, sino como una herramienta de conocimiento. Garrido (2013) sostiene que, al evaluar y reflexionar sobre su enseñanza, el docente adquiere información que le permiten mejorar su labor pedagógica. Es una oportunidad para recalibrar y aspirar a un desempeño más eficaz, alineado con las metas educativas propuestas.

Figueredo (2017) agrega que el maestro debe ser autónomo en su pensamiento, cuestionarse a sí mismo, ser creativo e innovador, y buscar influir positivamente tanto en su ámbito laboral como en la realidad social circundante. Esto implica un llamado a que la enseñanza busque transformar aspectos de la educación que puedan ser selectivos o discriminativos. Según Garrido (2013), la misión educativa debe crear oportunidades que optimicen el bienestar y desarrollo integral de los estudiantes en aspectos sociales, culturales y humanos. Así, la formación se erige como un instrumento de profundo valor social, ya que propende a mejorar la calidad de vida. En este contexto, evaluar las habilidades de los estudiantes no es solo una tarea evaluativa, sino también un medio para fomentar el desarrollo y crecimiento de todos los participantes en la experiencia educativa.

Bajo esta perspectiva, es esencial que el docente integre en su labor pedagógica la evaluación como una herramienta continua para identificar el avance en las competencias establecidas para sus estudiantes. Es crucial utilizar instrumentos efectivos que hagan de la evaluación un medio para potenciar dichas competencias. Esta visión se alinea con la regulación educativa de Colombia. Según la Ley General de Educación de 1994 y lo señalado por el Ministerio de Educación Nacional (2008), la evaluación en el sistema educativo colombiano se transformó en un enfoque más formativo, integral y cualitativo. En lugar de centrarse meramente en el contenido, ahora pone énfasis en el desarrollo de habilidades de los estudiantes, estableciendo las competencias como referencia principal. Esto ha llevado a una renovación en la dinámica del aula (Castillo, 2020).

El educador debe ver la evaluación como una herramienta para mejorar el aprendizaje de los estudiantes. Siguiendo las directrices del Ministerio de Educación Nacional (2009), la valoración dentro del aula debe centrarse en los acontecimientos cotidianos. Es esencial observar y recopilar información para determinar el progreso de los alumnos, identificar lo que aún necesitan aprender y reconocer dónde es imperativo clarificar, reforzar o consolidar conceptos y procedimientos. Todo esto con el objetivo de formar individuos competentes.

Atendiendo a los planteamientos anteriores, el presente articulo tiene como objetivo analizar desde una perspectiva histórica e investigativa la evolución conceptual de las prácticas evaluativas de los docentes para la formación en competencias.

METODOLOGÍA

El desarrollo del presente artículo se orientó desde un análisis documental cualitativo hermenéutico, ya que se centra en la interpretación y comprensión de textos, y en un sentido más amplio, de todo acto de comunicación. Su metodología permite adentrarse en los matices más profundos del comportamiento humano, considerando tanto expresiones verbales como no verbales, así como las tradiciones, la cultura y las estructuras organizativas que moldean la conducta de las personas. A través de este método, es posible sumergirse en la esencia de las acciones y pensamientos humanos, entendiendo cada detalle y contexto específico en el que se sitúa.

Más allá de solo interpretar, la hermenéutica busca comprender la humanidad desde una perspectiva holística. A diferencia de otros métodos que pueden fraccionar la realidad, la hermenéutica persigue el entendimiento del todo a través de sus partes y viceversa. Esta característica la hace ideal para el estudio del comportamiento humano, donde se requiere una aproximación que sea tanto detallada como amplia. La idea es evitar quedar atrapados en preconcepciones teóricas y enfocarse más en la experiencia práctica para adquirir un conocimiento más auténtico y cercano a la realidad.

Sin embargo, es vital reconocer que la hermenéutica no busca establecer verdades inmutables. Dado que la realidad humana es dinámica y multifacética, los significados pueden evolucionar y transformarse con el tiempo. Lo que se interpreta hoy podría tener una connotación diferente en el futuro, debido a cambios culturales, sociales o individuales.

Esto nos lleva a la reflexión de que la interpretación es un proceso continuo. Como menciona Fuster (2019), la capacidad interpretativa no tiene fronteras. La hermenéutica no se estanca en una única verdad, sino que aboga por una adaptabilidad constante. Los seres humanos, inmersos en un mundo en constante cambio, deben renovar sus herramientas interpretativas regularmente para mantenerse alineados con las variaciones del entorno.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

La evaluación en el contexto de enseñanza-aprendizaje ha sido interpretada a través de diversas teorías pedagógicas. Desde la perspectiva conductista, se espera idealmente que el estudiante avance en el contenido sin cometer errores, aunque esto no siempre se da en la práctica. Se evalúa al alumno en diferentes etapas: antes de empezar el programa, durante su desarrollo y al finalizar, para verificar sus conocimientos adquiridos y habilidades desarrolladas. Estas evaluaciones se crean basadas en los objetivos establecidos previamente, con énfasis en conductas observables y criterios específicos. Los instrumentos utilizados, alineados con objetivos concretos, se denominan pruebas objetivas, ya que se cree que proporcionan datos precisos sobre el rendimiento del estudiante sin influencias subjetivas. Es esencial que estas evaluaciones no se basen en normas, como las pruebas psicométricas, sino en criterios, ya que el objetivo es medir el nivel absoluto de habilidad (Hernández y García, 1991).

En cambio, desde la teoría cognitivista, el enfoque se centra en fomentar el aprendizaje significativo. Así, se busca evitar evaluar simplemente la capacidad de recordar información de forma repetitiva. Una herramienta efectiva en este enfoque son los mapas conceptuales. Se puede enseñar a los estudiantes a crearlos, sirviendo no solo como herramienta evaluativa sino también como estrategia de aprendizaje. Posteriormente, estos mapas pueden ser evaluados de manera cualitativa o cuantitativa, según una metodología establecida (Novak y Gowin, 1988). Alternativamente, los docentes pueden desarrollarlos basados en entrevistas o cuestionamientos directos sobre los temas enseñados.

En cuanto a la evaluación de las habilidades cognitivas, se pueden emplear tres situaciones distintas que ofrecen datos complementarios: 1) cuestionarios de autoevaluación, en los que los estudiantes reflexionan sobre la eficacia de sus estrategias; 2) tareas que demanden la aplicación de estas estrategias, revelando su uso en acción; y 3) evaluación de los resultados finales, como pueden ser las pruebas.

En la perspectiva constructivista, se percibe al estudiante como un arquitecto activo de su propio aprendizaje. Desde una visión piagetiana, se espera que el alumno esté en acción constante en el aula. Específicamente, se valora que las actividades promovidas sean autoiniciadas, emergiendo espontáneamente del estudiante y, a menudo, teniendo un carácter autoestructurante, lo que implica que generen cambios en sus estructuras cognitivas ya sea a corto o largo plazo. Es fundamental fomentar la confianza del alumno en sus propias ideas, permitiéndoles explorarlas independientemente y ver sus errores como oportunidades de aprendizaje. La autoconstrucción del conocimiento ofrece beneficios profundos, incluyendo un aprendizaje genuinamente significativo y la capacidad de transferir o generalizar ese aprendizaje a diferentes contextos.

Por otro lado, la teoría sociocultural del aprendizaje enfatiza que la evaluación no debería enfocarse únicamente en los resultados del nivel de desarrollo actual de los niños, como lo hacen las pruebas psicométricas y las evaluaciones de rendimiento académico. En cambio, debería orientarse principalmente a determinar el nivel de desarrollo potencial, es decir, habilidades y conocimientos emergentes que se manifiestan a través de interacciones con otros. La idea es determinar lo que algunos expertos han llamado "la amplitud de la competencia cognitiva" en áreas específicas de conocimiento. Esto lleva al concepto de "evaluación dinámica", que desafía el modelo tradicional estático de examinador y examinado, donde existe una distancia marcada entre ambos con el fin de mantener la objetividad. En contraste, la evaluación dinámica busca determinar no solo el nivel potencial de aprendizaje del estudiante, sino también identificar las mejores estrategias pedagógicas para impulsar su desarrollo cognitivo.

En lo que respecta a las investigaciones realizadas en torno al tema tratado, en el estudio titulado "Las prácticas de evaluación en la materia de Historia de 4.º de ESO en la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia" conducido por Fernández (2014), se buscó entender la naturaleza y las características específicas de las evaluaciones realizadas por profesores de Geografía e Historia en el 4.º año de Educación Secundaria Obligatoria en la Región de Murcia. Basándose en los fundamentos teóricos de Perrenoud (2008), el estudio enfatizó la relevancia de la evaluación en el proceso educativo. Según Perrenoud, la evaluación es esencial para cualquier innovación en la educación. Por lo tanto, para transformar las prácticas educativas, es fundamental revisar y, si es necesario, modificar las prácticas de evaluación.

Desde un enfoque metodológico, Fernández adoptó un enfoque investigativo positivista (específicamente, cuantitativo racionalista) con un lente hermenéutico. Esta combinación tenía como objetivo observar y analizar los procesos de evaluación de manera objetiva y detallada. Fernández examinó exhaustivamente la evaluación desde diversas perspectivas, incluidos los marcos teóricos, la normativa actual, el currículo oficial, las programaciones docentes, y los materiales didácticos de Ciencias Sociales. También se consideraron las perspectivas y prácticas de los profesores y las opiniones de los inspectores sobre la evaluación.

Como resultado, el estudio identificó que los instrumentos de evaluación más frecuentes son los exámenes y los trabajos, seguidos por la revisión de cuadernos y la observación directa en el aula. En relación con los tipos de ejercicios utilizados para la evaluación, predominan los ensayos y las preguntas cortas.

Hernández (2015) llevó a cabo un estudio titulado "Caracterización y análisis de las prácticas de evaluación, una mirada a la acción docente para la mejora de la enseñanza". Su meta era entender y examinar cómo los docentes evalúan a los estudiantes de educación básica primaria, y cómo esta evaluación se correlaciona con la apreciación de los procesos de aprendizaje. Hernández resaltó la importancia de que la evaluación tenga un carácter didáctico, capaz de potenciar y regular la construcción del conocimiento tanto por parte del docente como del estudiante. Las conclusiones del estudio sugieren que el docente debe adoptar una actitud proactiva y reflexiva hacia la evaluación, buscando constantemente mejorar y adaptar sus métodos, siempre con un sentido ético y profesional.

Por otro lado, Silva (2017) realizó un estudio en Perú con el título "La práctica docente y las competencias evaluativas de los profesores del colegio tecnológico Don Bosco de Arica". Esta investigación buscaba comprender la relación entre la práctica pedagógica y las habilidades de evaluación de los docentes del mencionado colegio. Silva se fundamentó en los planteamientos teóricos de Perrenoud (2008), quien argumenta que la evaluación basada en competencias se centra en la habilidad para actuar adecuadamente en situaciones específicas, una habilidad que, aunque se sustenta en conocimientos, va más allá de estos.

El estudio de Silva, de carácter correlacional y explicativo, adoptó un enfoque mixto y buscó determinar las causas y relaciones entre las prácticas docentes y las competencias evaluativas. Como resultado, Silva enfatizó la importancia de que los docentes se familiaricen con el marco de buena enseñanza, reflexionen sobre sus métodos y se autoevalúen en diferentes áreas, como la preparación para la enseñanza, la creación de un ambiente adecuado para el aprendizaje, la enseñanza adaptada a las necesidades de todos los estudiantes y sus responsabilidades profesionales. Todo esto, según Silva, debería ser considerado en el diseño e implementación de estrategias de enseñanza-aprendizaje efectivas.

Se identificó una investigación de Reyes (2018) titulada "Características en las prácticas educativas y evaluativas basadas en competencias de docentes en agropecuaria del Liceo Técnico Profesional El Tambo". El principal propósito de Reyes era elaborar y validar un modelo de evaluación centrado en competencias para los docentes de agropecuaria en dicho Liceo, ubicado en la comuna de San Vicente de Tagua Tagua. Reyes se apoyó teóricamente en Cano (2010), quien subraya la necesidad de renovar las prácticas de evaluación centradas en competencias. Cano destaca la importancia de una planificación integradora que evite la fragmentación disciplinar, promoviendo estrategias pedagógicas más activas y adaptadas a las realidades presenciales y virtuales.

Desde el punto de vista metodológico, el estudio adoptó un enfoque exploratorio-descriptivo basado en el estudio de caso. Como señala Sabino (1979), este tipo de estudio permite un conocimiento profundo y detallado de un objeto de investigación específico. Finalmente, se resaltó que la esencia de la educación radica en la interacción docente-estudiante, siendo esta interacción la que impulsa el aprendizaje. Considerando la importancia de los docentes en el proceso educativo, Reyes enfatiza la necesidad de desarrollar estrategias pedagógicas que se adapten a las necesidades contextuales, es decir, que aborden y resuelvan problemáticas reales del entorno educativo.

En un estudio de Hernández (2015) denominado "Caracterización y análisis de las prácticas de evaluación", se buscó entender las prácticas de evaluación de docentes de primaria y cómo estas influencian la valoración de los procesos de aprendizaje. El autor define que la evaluación debe ser vista más como un proceso continuo de aprendizaje que como una acción final. La metodología adoptada fue cualitativa, centrada en el análisis holístico de un hecho social. El autor concluye que, aunque los docentes entienden la evaluación como un proceso integral, a menudo en la práctica se centran más en datos cuantitativos que en el reconocimiento de aprendizajes integrales.

Por otro lado, Gonzales y Bermudes (2017) reflexionaron sobre las prácticas evaluativas en educación básica primaria, quienes sostienen que la evaluación es esencial para el proceso de aprendizaje. Concluyen que la evaluación debe ser formativa, centrada en desarrollar habilidades y potenciar al estudiante.

Pasek y Mejía (2017) se centraron en configurar un proceso general para la evaluación formativa basada en actividades de aula. Adoptaron un enfoque etnográfico y concluyeron en la necesidad de una evaluación formativa consciente y sistemática.

Por su parte, Guerra y Pinzón (2018) abordaron la creación de prácticas evaluativas dirigidas a mejorar el desempeño académico, para resaltar la necesidad de que la evaluación lleve a una transformación en las prácticas pedagógicas y sea un componente integral del aprendizaje y la enseñanza. Desde una perspectiva mixta, Guerra y Pinzón enfatizan la evaluación como un medio para impulsar mejoras en los procesos pedagógicos.

CONCLUSIONES

Las investigaciones mencionadas proporcionan perspectivas claras sobre las distintas visiones de la evaluación y enfatizan la relevancia de las prácticas evaluativas con un enfoque formativo. Además, ofrecen bases metodológicas que guían este estudio en particular.

El estudio de estas investigaciones permite concluir que la evaluación en el proceso educativo es crucial cuando se comunica al estudiante con la finalidad principal de mejorar los resultados. Esto permite la creación e implementación de estrategias para potenciar habilidades, superar desafíos, enriquecer el pensamiento y mejorar las competencias, todo ello vinculado al fortalecimiento de la motivación y el compromiso educativo. Es crucial que, al planificar la evaluación, el docente tome en cuenta aspectos teóricos, regulaciones vigentes, el currículo y los programas específicos de cada materia.

Por lo tanto, la evaluación debe tener un enfoque educativo que refuerce y oriente las acciones académicas llevadas a cabo por docentes y estudiantes con el objetivo de mejorar el aprendizaje. Es esencial que el docente adopte una postura proactiva respecto a la evaluación de los estudiantes y examine la eficacia de su propio desempeño profesional. Esta actitud tiene una dimensión ética, en la cual se destaca la responsabilidad del docente de actuar de acuerdo con los valores fundamentales de la enseñanza, actuando como experto, facilitador y mediador en el proceso evaluativo.

Por lo tanto, es vital que las instituciones educativas desarrollen y apliquen modelos de evaluación basados en competencias con el fin de mejorar la calidad educativa, teniendo en cuenta los aspectos cognitivos y comportamentales de los participantes en el proceso educativo.

El propósito de la evaluación por competencias es asegurar que los estudiantes alcancen un rendimiento holístico en línea con los temas tratados en clase, considerando no solo aspectos teóricos, sino también comportamentales y el contexto individual de cada estudiante. En este sentido, la evaluación debe enfocarse en identificar el nivel actual de los estudiantes, proporcionar retroalimentación adecuada para alcanzar los objetivos deseados y, finalmente, determinar el progreso y los resultados del proceso educativo.

Es crucial que las instituciones educativas adopten la autoevaluación como una herramienta flexible y constructiva, permitiendo al estudiante reflexionar sobre su rendimiento en relación con el contenido y objetivos previamente establecidos. Este proceso ayuda al estudiante a identificar sus puntos fuertes y áreas de mejora, y a diseñar estrategias adecuadas.

La autoevaluación es un elemento esencial en la evaluación, ya que permite al estudiante desarrollar la capacidad de evaluar sus propios logros en una actividad específica. Para que sea efectiva, es vital definir criterios claros, metas deseadas, realizar un juicio crítico, determinar resultados y diseñar un plan para áreas que requieran más atención.

La evaluación es una pieza clave en el proceso de enseñanza-aprendizaje y comienza cuando se establece la relación entre el docente y el estudiante. El educador guía y organiza las actividades, adaptándolas a las necesidades y desafíos de los estudiantes, mientras que estos últimos son el centro del proceso, alrededor del cual se estructuran los contenidos y su evaluación.

La evaluación llevada a cabo por los educadores debe ser integral, considerando diversos aspectos que contribuyen al aprendizaje, enfatizando la importancia de los componentes conceptuales, emocionales, procedimentales y conductuales.

Más allá de ser una mera herramienta de medición, la evaluación debe considerarse como un medio para monitorear el rendimiento y logros de los estudiantes. Su objetivo es constructivo, y debe ser enriquecido con elementos como la participación activa, métodos didácticos y una visión integral.

Es vital entender que la evaluación no debe ser un medio para etiquetar a los estudiantes como "buenos" o "malos", ya que reducirlos a simples calificaciones numéricas ignora aspectos cualitativos esenciales en un proceso educativo de calidad. Por esta razón, los educadores deben estar bien capacitados para llevar a cabo evaluaciones adecuadas y efectivas, centradas en ofrecer una educación de alta calidad. Los alumnos deben adquirir aprendizajes, habilidades y destrezas que sean revisadas y evaluadas regularmente. Para lograr esto, es esencial que los educadores promuevan ambientes educativos positivos y propicien condiciones pedagógicas que favorezcan una evaluación comprensiva e integral.

La evaluación se ha consolidado como una herramienta esencial para determinar y calificar el nivel de aprendizaje de los estudiantes en relación con las metas académicas propuestas al comienzo del ciclo educativo. Se utiliza para determinar cuantitativamente dónde se sitúa un estudiante en su trayectoria de aprendizaje, involucrando acciones de estimación, juicio y apreciación. Por ello, para establecer prácticas evaluativas efectivas y pertinentes, es fundamental construirlas a partir de diversos modelos y técnicas alineadas con políticas públicas, las particularidades de cada estudiante y su entorno, estándares de evaluación, directrices del MEN y de la institución educativa, buscando impulsar procesos educativos objetivos y efectivos.

No obstante, la evaluación no debe reducirse a una simple calificación al término de un periodo. Debe entenderse como un conjunto de acciones continuas que monitorean y verifican el progreso en el aprendizaje. A medida que los estudiantes avanzan y se apropian del contenido, están en una trayectoria hacia el cumplimiento de los objetivos propuestos, en un proceso de valoración que es continuo, formativo y holístico. Por lo tanto, al evaluar, el educador debe tener claridad sobre el propósito, entendiendo qué aspectos desea medir para elegir el enfoque correcto y analizar adecuadamente los datos obtenidos. Además, es crucial establecer una metodología que facilite la recopilación, organización y síntesis de la información relevante.


 

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