Las Carrozas del Aguinaldo Boyacense: Representación de Imaginarios Sociales y Tradiciones Festivas

 

Celina Gallo Díaz[1]

[email protected] 

https://orcid.org/0000-0002-8970-5925

Universidad Pedagogica y Tecnológica de Colombia UPTC

Colombia

 

RESUMEN

Las carrozas o carros alegóricos hacen parte de las celebraciones colectivas, representan imaginarios sociales a base de elementos plásticos y soportes interpretativos del sistema de valores en la esfera de lo público. El estudio de las prácticas y discursos presentes en las carrozas del Aguinaldo Boyacense, celebrado en Tunja capital del departamento de Boyacá, en Colombia; vislumbra algunos rasgos característicos de la identidad cultural festiva religiosa, desde los saberes de quienes las diseñan, hacen y representan para el ritual festivo. Mediante el análisis cualitativo con herramientas de trabajo etnográfico, se identifica el conjunto heterogéneo de imaginarios y sus formas de ritualización. Se concluye que las carrozas representan imaginarios sociales de contextos cotidianos en actos conmemorativos, desde los cuales se gestionan dinámicas de proporción estética y creativa, con el carácter popular de prácticas comprometidas colectivamente.

 

Palabras clave: aguinaldo boyacense; representaciones sociales; imaginarios colectivos; carrozas


 

The Aguinaldo Boyacense Floats: Representation of Social Imaginaries and Festive Traditions

 

ABSTRACT

The floats or floats are part of the collective celebrations, they represent social imaginaries based on plastic elements and interpretive supports of the value system in the public sphere. The study of the practices and discourses present in the floats of the Aguinaldo Boyacense, held in Tunja, capital of the department of Boyacá, in Colombia; It glimpses some characteristic features of the religious festive cultural identity, from the knowledge of those who design, make and represent them for the festive ritual. Through qualitative analysis with ethnographic work tools, the heterogeneous set of imaginaries and their forms of ritualization are identified. It is concluded that the floats represent social imaginaries of everyday contexts in commemorative events, from which they are dynamically managed in aesthetic and creative proportions, with the popular character of collectively committed practices.

 

Keywords: aguinaldo boyacense; social representations; collective imaginaries; floats

 

 

 

 

 

Artículo recibido 15 setiembre 2023

Aceptado para publicación: 26 octubre 2023


 

INTRODUCCIÓN

El Aguinaldo Boyacense es una fiesta en la que se conmemora el Nacimiento del Niño Dios, realizada en Tunja, a partir del 16 hasta el 22 de diciembre de cada año. Surge por iniciativa del sargento Carlos Julio Umaña Torres, adscrito a la oficina de turismo, de la policía municipal, quién desde 1946 decidió disfrazar a sus compañeros de matachines para entretener y divertir a la comunidad; es a partir del año de 1956 cuando se establece como se conoce hoy en día "Aguinaldo Boyacense” (Umaña & Torres, 2007). Esta celebración es para los tunjanos, un espacio de reconciliación y reencuentro, en el cual se convoca al retorno del contexto familiar. Los feligreses cristianos participan y se integran en comunidad, dejando a un lado la individualidad y apartándose de la vida rutinaria y cotidiana, comparten y regocijan en unidad colectiva cantos, danzas, comidas, bebidas e intercambio de regalos; rezan las novenas durante nueve días previos al Nacimiento del Niño Dios, con la esperanza de que esta celebración sea un espacio de sano esparcimiento.

Celebrar la navidad hace parte de la cultura cristina de los boyacenses, constituye una tradición de ritos religiosos de liberación de dones divinos, divinidades y deidades; donde el espíritu navideño cobra relevancia en la conmemoración de una tradición: reunirse en familia y amigos en el escenario principal del hogar, para orar y cantar villancicos durante nueve días previos a la natividad. Asimismo, la mayoría de los tunjanos, incluso en los pueblos boyacenses, tienen por tradición reunirse en el escenario público principal, “la plaza central” del municipio, lugar considerado como sitio de encuentro colectivo y popular. Para los tunjanos, es la Plaza de Bolívar ubicada en el centro histórico de la capital boyacense, en la que año tras año, además de otras funciones sociales ejercidas en distintas épocas del año, es el lugar de encuentro y donde se reúne la comunidad para disfrutar y participar de las actividades que componen esta celebración.

Además de la invitación hecha en distintos medios de comunicación, como Caracol Radio (2021), la versión número 66 del aguinaldo Boyacense, publicado en la página web, de Caracol radio: “Tunja Mitos y Leyendas de nuestros barrios 2021”. Se convoca a la comunidad a participar en concursos de Vitrinas Navideñas, alegorías, muralismo y embellecimiento, concurso de Comparsas y Concurso de Pesebres, entre otras actividades como: Teatro, conciertos, deportes, exposiciones, cine. Asimismo, con el Festival gastronómico, Desfile de Carros Clásicos, Desfile de Harlistas, Desfile de Carrozas, Feria Artesanal y la Tradicional Novena Navideña. Es un evento en el cual, la ciudad se prepara para que muchos colombianos desde diferentes regiones, incluso a nivel internacional, asistan y participen de esta celebración. Durante los días que se realiza esta fiesta, del 16 al 22 de diciembre, se promocionan eventos y rutas turísticas que invitan a descubrir formas de vida de comunidades ancestrales de la región, lugares tradicionales, formas de adoración y celebraciones rituales a dioses propios de las comunidades que la habitaron.

Trabajos como los del sociólogo chileno, Manuel Antonio Baeza (2008, pág. 100) reivindica el valor de lo simbólico, el papel de la imaginación, la experiencia subjetiva y la importancia de la “facultad instituyente o socialmente valiente”. Según este autor, los imaginarios sociales constituyen “múltiples y variadas construcciones mentales (ideaciones) socialmente compartidas de significancia práctica en el mundo, en sentido amplio, destinadas al otorgamiento de sentido existencial” (Baeza, 2003, pág. 20). La comprensión de subjetividades que rehabilitan y ponen como eje principal lo que se percibe e interpreta como realidad social, nutre el proceso configurador de la constante producción de imaginarios e ideologías, en articulación con sistemas totalizantes de sentido.

Los carros alegóricos son obras escultóricas de gran tamaño, algunas monumentales, que han sido confeccionadas durante un período que va de tres a seis meses y en el cual participan familias enteras, amigos y vecinos. Son obras guiadas con experiencia, ingenio y persistencia por maestros del carnaval, algunos formados en escuelas de bellas artes, pero la mayoría en la escuela del carnaval o escuela de la vida, como ellos mismos afirman. (Goyes-Narváez, 2010, pág. 78)

Las carrozas son carros alegóricos que han sido considerados como aquellos elementos que conforman las actividades principales de las fiestas comunales, al estar inspirados en la representación y presencia de imágenes en las celebraciones religiosas, “llegaron a la fiesta a cumplir la misma función que las andas[2] dentro de las procesiones cívicas que se realizaban en las ciudades” (Tamayo, Rivera, Quiroz, y Gómez, 2020, p. 145). La estrecha relación entre las similitudes que tienen las carrozas de los carnavales contemporáneos con el carro alegórico del siglo XVI, según estos autores, es que “han sido utilizados para transportar elementos culturales de una región, construidos por artesanos locales y utilizados en el marco de una celebración”. En la actualidad, estos hechos han mantenido una gran relevancia no solo en la vida celebrativa, sino también, en el imaginario socia de la experiencia como práctica reveladora del acto celebrativo, en el cual se transforma y vincula percepciones no sólo desde la mirada del espectador sino también, en la del participante, como agente activo de la festividad.

El arte alegórico representa la vivencia puesta en el performance de un traje o vestimenta que, además de comunicar e interactuar con la gente, interviene con miradas, gestos y expresiones que van más allá del lenguaje convencional, recrea en la acción festiva figuras y manifestaciones de experiencias y tradiciones comunes. “Históricamente los carruajes, coches, carrozas, balsas o carros alegóricos de tracción animal, pedal, motor o no motorizados, conocidos como carromatos, han sido vehículos muy utilizados en las celebraciones religiosas o festivas de diversa tipología en muchas partes del mundo” (Tobar, 2016. Pág. 2). Asimismo, las performances de las carrozas adhieren en su expresión alegórica, elementos base de literatura, la música, el baile y el espíritu festivo con el que la comunidad vive la fiesta. “El lenguaje estético de las carrozas intercambia imaginarios y cuestiona la premura del tiempo festivo manifiesto en el arte y la literatura, emplea formas de interpretación de prácticas sociales y metáforas de gran impresión en su plasticidad”. (Díaz, C.G. 2022. Pág. 97)

Para los artistas, artesanos, escultores y gestores culturales, responsables de hacer carrozas, la imaginación y el deseo de llegar a exhibirlas es un complejo compromiso, en el cual se convoca y vincula a toda la comunidad para programar y ejecutar acciones y recursos que sirvan a la adecuación y elaboración de sus obras, y que se ajusten al escenario en el que acontece la carroza. Analizan y proponen ideas anticipando situaciones, previniendo que no surjan imprevistos o percances que impidan su exhibición en su entrada triunfal y durante el desfile. Además de planear y realizar un bosquejo de lo que compone la carroza, los artistas se visualizan con obras que enaltecen su trabajo de toda una vivencia.

La labor de hacer carrozas, según Goyes-Narváez (2010, p. 78), se maniobra en tres fases por las que atraviesa su creación: fase de preproducción, ciclo largo o de preparación que puede durar de seis o más meses; fase de producción, celebración, ritualización y performance, periodo que engloba el ciclo del carnaval propiamente dicho, y fase de postproducción, recepción, transformación y residuo. “El ciclo, de esta manera, se renueva”. Los espacios se articulan en estas tres fases que, implican procesos de corresponsabilidad entre la productividad, el trabajo, tiempo y recursos disponibles y garantes de su consecución. Fases que enmarcan en el quehacer la perseverancia, el esmero y la dedicación para llevar a cabo, indirecta o directamente las acciones que cumplen condiciones con las cuales se llega a requerir con tareas trazadas: cumplir su objetivo para exhibir a tiempo la carroza.

El carro alegórico como elemento simbólico de representación se inspiró en la presencia de imágenes en las celebraciones religiosas que tenían lugar en el Imperio Romano. Estas imágenes eran talladas sobre diferentes materiales, como madera y piedra, y para ser transportadas en las ciudades y pueblos del Imperio fue necesario crear un medio que las dignificara. En un primer momento, este medio se denominó anda: tablero de forma cuadrada, al cual se le ponían cuatro mástiles para cargar. (Jiménez, Arbeláez, Henao, y Recio, s.f., pág. 145)

La carroza o carro alegórico exhibe objetos corpóreos, susceptibles a la imaginación y creatividad, su construcción vincula armónicamente elementos que enmarcan lo estético con los valores socioculturales de las prácticas sociales, con las que se da sentido e identidad a la existencia cotidiana de una comunidad. Conforma un escenario y campo de expresión con su performance, dinamiza espacialidades o ambientaciones consolidadas en el colorido festivo con el que se convoca a espectadores y transeúntes a rememorar el significado de su realización: conjugar la susceptibilidad de la imaginación con lo efímero y “lo bello. Por tal razón, las carrozas reviven experiencias en su representación con el desfile, la escultura y lo efímero de sus formas; el tallado del material y su valor artístico en el que se muestran sugerentes significados del relato expreso en el performance. En la carroza no solo exhibe la materialidad estética en virtud de lo que está plasmado, sino también, la vivencia imaginativa y creativa del artista artesano que las diseña, concibe, hace y las expone. Es decir, el tejido de la experiencia artística resalta la naturaleza humana y promueve en el desfile de carrozas, sensaciones y emociones provocativas de expresión artística e imaginativa, de las cuales se avivan realidades y se vislumbran prácticas de ritualización festiva en las que se enuncia la identidad cultural.

METODOLOGÍA

Este trabajo hace parte del estudio que se adelanta con artistas, artesanos y gestores culturales, diseñadores, creadores y participantes del quehacer alegórico del Aguinaldo Boyacense. A partir de la metodología etnográfica y enfoque cualitativo, se analizan las prácticas de seis actores entre artistas, artesanos, creadores de carrozas; quienes han participado en los últimos años con sus obras en el desfile de carrozas. Para tal propósito se tuvo en cuenta las experiencias y relatos desde entrevistas no estructuradas, propiciadas en conversaciones, experiencias observadas y descritas en trabajo de campo. A través de técnicas de recolección de información se llevan diarios de campo y videograbaciones, con los cuales se identifican aspectos como: las perspectivas de los agentes que participan, representación del sistema de creencias en el que crean sus obras, las explicaciones que hacen en la construcción y elaboración de carrozas con los relatos construidos en el escenario de la conmemoración, y las valoraciones percibidas a su rol profesional.  A partir de las explicaciones presentadas por Rosana Guber (2001), “la etnografía, en su triple acepción de enfoque, método y texto, es un medio para lograrlo”, pues, desde el enfoque la etnografía se concibe como una práctica de conocimiento con la cual se busca comprender fenómenos sociales desde las perspectivas de los agentes que participan, es decir, desde la misma comunidad estudiada. Para esta autora, la perspectiva del método cualitativo, se basa en la descripción, la cual presenta tres niveles de comprensión, el “reporte”, informa lo que ha ocurrido (el “qué”); la “explicación” alude a sus causas (el “por qué”); y la “descripción” se ocupa de lo que ocurrió a sus actores participantes (el “como es” para ellos). Asimismo, la especificidad de este método de estudio es la descripción, que se constituye en el instrumento epistemológico propuesto por Clifford Geertz (1973), en el que el rol del investigador social, es la de entender y comprender la acción en los términos en que la caracterizan sus protagonistas.

Según estos autores, la indagación con metodología etnográfica favorece fundamentalmente, a los agentes o actores quienes son los informantes y sólo a través de ellos se puede dar cuenta de lo que piensan, sienten, dicen y hacen; con respecto a los eventos que los involucra, es decir, “mientras la explicación y el reporte dependen de su ajuste a los hechos, la descripción depende de su ajuste a la perspectiva nativa de los “miembros” de un grupo social” (Guber, 2001). El diseño y trabajo de campo del enfoque cualitativo facilita, además, del abordaje de la investigación, la delimitación del contexto de ocurrencia, en relación a la perspectiva interpretativa y al diseño de las preguntas directrices en el desarrollo de la observación según los registros, percepciones y lenguajes de la comunidad objeto de estudio (de Tezanos, 1998).

Asimismo, el desarrollo de las habilidades en el estudio etnográfico, según Eduardo Restrepo (2016), “hay todo un universo de información que no suele pasar por la visión ni por los oídos”, los sentidos permiten aprender a percibir, analizar, estudiar, identificar, reconocer y explicar, mediante una mirada reflexiva aquellos asuntos de la vida social relevantes para la investigación. Aprender a escuchar y saber cómo, explica este autor, no sólo en lo que se dice sino también en la forma en que se dice, a quién y cuándo se dice, de igual modo, en los silencios que pueden decir tanto o más que las palabras, es reconocer los significados que se han otorgado a una historia. La perspectiva metodológica y la configuración de un estudio cualitativo interpretativo, analiza el comportamiento social desde las prácticas y valores, las tradiciones expresadas desde las creencias de los informantes y sus formas de exhibir las representaciones sociales.

 RESULTADOS Y DISCUSIÓN

La fiesta como acción social precisa de la representación alegórica

El contexto social y cultural en el cual se integran prácticas sociales y se manifiestan niveles valorativos al comportamiento social, encierra rasgos simbólicos que recrea individual y colectivamente con mayor profundidad los valores, las costumbres y las creencias. El ritual festivo sitúa procesos de producción de las representaciones colectivas, contribuye de forma exclusiva en la alineación de las conductas sociales y sistemas de creencias. Acentúa valoraciones que sirven de orientación de dinámicas e interacciones entre las comunidades determinantes de prácticas constituidas a partir de valores, prejuicios, normas y sentido común de la conciencia colectiva (Moscovici,1979). La existencia de estas representaciones refiere formas de pensar, sentir y mezclar prejuicios religiosos. Considerados como “un sistema solidario de creencias y prácticas relativas a las entidades sacras, es decir, separadas, prohibidas; creencias y prácticas que unen en una misma comunidad moral llamada iglesia, a todos los que se adhieren a ella” (Durkheim É., 1993). Las figuras, imágenes y expresiones socializadas constituyen una organización de símbolos y lenguajes que, al ser compartidos socialmente, dan sentido ya que refieren a un sistema de valores figurados en algo o, a alguien que, no sólo se hace necesariamente al motivo de la conmemoración sino a la literatura mitológica ancestral.

A partir de las carrozas es posible definir la identidad cultural de la comunidad celebrante, en tanto el hecho festivo equivale no sólo en reconocer los elementos formales que lo determinan, sino que, además, propicia espacios subyugados al debate y la discusión entre las diversas consideraciones en el cual se configura y se dinamiza su acción ritual.  El significado que cobran las carrozas para la celebración, emerge de la comprensión de su acción ritual y festiva, distinguiendo desde el discurso que describe su naturaleza mítica con el cual se sirvió promoverlas y gestionarlas, y lo que propone Caro Baroja, describir su noción “morfológico cultural”:

A partir de historias generales del pensamiento religioso y mitológico, dentro de mundos religiosos y desde distintos ámbitos, épocas y maneras de adoptarlas y adaptarlas, su complejidad se encuadra en criterios de combinación, considerada en parte en teorías formadas de los mitos y divinidades, sin que muchas de éstas indiquen nada respecto a la circunstancia histórica en que surgió (Caro-Baroja, 1989, pág. 24)

En algunas carrozas se describen y presentan relatos y momentos de lo que han denominado “la buena imagen, el orgullo y aprecio que los colombianos sienten por los héroes de la Patria, que día a día prestan su servicio y en muchas ocasiones ofrendan sus vidas para salvaguardar la vida de los colombianos”. (Fuerzas Militares de Colombia Ejército Nacional. Grupo de Caballería No.1. Tema de la carroza: “Estamos en el corazón de los colombianos y ahí nos vamos a quedar”, 2016). La Empresa de energía de Boyacá (EBSA), con el tema de la carroza: “La vida es un Carnaval” del artista Humberto Gómez Vargas,

En representación de cada uno de los que gozamos estas fiestas, aparece la figura graciosa de un personaje que a lado y lado de su montera lleva los grandes cuernos de la abundancia, que muestran la fertilidad de nuestros suelos, como lo son las flores, verduras y frutos que producen nuestros campos boyacenses. También su rostro muestra los diferentes colores que se utilizan en un carnaval, como una forma de expresar esa alegría que todo ser humano saca a flote en sus fiestas y carnavales, como agradecimiento al resultado de nuestras cosechas, triunfos y metas.  (Desfile de carrozas, 2014)

La carroza “Los vecinitos” de la empresa Proactiva Aguas de Tunja S.A ESP”, quienes presentan una alegoría al agua y a la preservación del medio ambiente, nos acompañan los vecinitos, personajes que quieren llevarle un mensaje de sensibilización a chicos y grandes, para que cuidemos el agua y ayudemos a su conservación. Cuando salgamos a nuestros paseos por el campo no botemos basuras ni ataquemos nuestros ecosistemas. En esta carroza se exhibe una fuente en la cual brota el agua con medidas de más de 2 metros de altura, en la cual se adapta una imitación a la PTAR, Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Tunja, con la se logrará que las aguas residuales de los ríos, sean saneadas, para que las próximas generaciones vean correr limpios y cristalinos nuestros ríos. Los vecinitos son figuras que imitan a personajes como libélulas, mariposas, frailejones y nuestra Basílica Metropolitana de Tunja y sus alrededores, también hacen parte de los 7 metros que mide en total la carroza de Proactiva Aguas de Tunja. Con el tema de la carroza “En Proactiva Tunja hacemos las cosas”, desfile de carrozas 2017)

Por lo cual, se observa que, este fenómeno festivo y su representación social exhibe una profunda vinculación entre la dimensión religiosa y la mundana, desde imaginarios sociales implícitos en el pensamiento cotidiano con ideas que dan coherencia a las creencias religiosas. Según Max Weber, la religión es un sistema de reglamentación de la vida cotidiana, en la cual, se han sabido reunir a su alrededor a grandes cantidades de fieles (Weber M, 2001). Sin embargo, no sólo las creencias religiosas, sino también las ideas políticas y las formas de pensar, sentir y obrar, definidas y caracterizadas en el concepto religioso, proveen conductas alegóricas en función a la construcción social de la realidad. Ligado a las creencias del tejido social, la comunidad tolera el complejo enredo semántico con definiciones construidas desde la interpretación de lo que socialmente se representa como sentido común. Es decir, la “religión” y su relación con el sistema de significados socialmente objetivados como “universo simbólico”, explicado por Luckmann: la simbolización religiosa refiere al mundo de la vida cotidiana y, por tanto, “una definición funcional de la religión evitaría los prejuicios ideológicos acostumbrados y la estrechez etnocéntrica de la definición sustancial del fenómeno” (Luckmann, 1973).

Las formas de la vida religiosa propuestas por Durkheim y las ides de Luckmann, son fundantes en el estudio del sistema religioso: la consideración de que todos los elementos principales de las religiones y las creencias que se apoyan en una experiencia específica, son conductas de los fieles creyentes del culto. Son prácticas que manifiestan acciones de participación en el mismo acto conmemorativo, según sean las motivaciones y sentimientos que conducen a los individuos a actuar de cierta manera. Este sociólogo francés, argumenta que son realidades explicadas en mitologías que, al estar representadas de distintas tantas formas, demandan coexistencia de la acción humana con procesos subyugados a la vida religiosa, y sólo mediante esta acción la religión es producto de la sociedad (Durkheim É., 1993, pág. 655). Es en la práctica religiosa donde se enmarcan fuerzas morales con sentimientos comunes que actúan en cohesión como todo sentimiento colectivo. Y, por tanto, el imaginario social se mantiene de fuerzas morales descritos en el dogma que se profesa, desde los elementos esenciales de la conciencia individual, en la expectativa de recuperar dicha conciencia del sí mismo y la necesidad de fijar las cosas externas al sentimiento religioso. De igual modo, las representaciones establecidas socialmente constituyen en su prolongación, lo que el mito representa a la vida cotidiana según las convenciones de conocimiento con las cuales se producen significados, opiniones y dogmas, en la comprensión “del mundo” imaginado y simbolizado en sus diferentes perspectivas. La actuación simbólica emplea la comunicación en prácticas que inciden sobre las formas de vida del ser humano, en la conformación del conjunto de causas fundantes de “una racionalización en el sentido del logro de un fin determinado dado a la práctica, mediante un cálculo cada vez más preciso de los medios adecuados” (Weber M., 1998, pág. 215).

Las ideas de Durkheim, Moscovici y Weber, en este sentido, permiten comprender las prácticas en acción de la vida religiosa, describir y definir fenómenos sociales dentro de un mecanismo diferenciador de conductas entre sociedades que, al estar determinadas por un conjunto de creencias e ideas, también operan con factores de carácter político, social e incluso geográficos. El carácter de las prácticas religiosas suministra felicidad y beneplácito espiritual, proporciona formas de ser y hacer visible dicha felicidad mediante “prescripciones de tabúes y abstinencias en beneficio de una pureza del culto, originada en la creencia en demonios” (Weber M., 2010, pág. 13) en tanto el dios deviene en el culto comunitario, los cultos ocupan un lugar en las comunidades.

Las carrozas y sus representaciones entre perspectivas creativas

El trabajo de realizar carrozas conforma una serie de procesos procedentes a la imaginación y creatividad con enfoques sistemáticos en su elaboración. El artista, artesano y cultor, adecúa los medios necesarios en la planeación de un boceto con el que irá construyendo la obra que se representará. Quienes elaboran las carrozas se valen de la literatura percibida entre la oralidad y las perspectivas sociales reseñadas en el repertorio idiosincrático, trazan los relieves del imaginario social, un ejercicio necesario con la pretensión de exponer el mensaje con el que identifica cada obra de las demás expuestas durante el desfile. A través de las conversas que, comúnmente propician entre las vivencias cotidianas o desde el reconocimiento de algún santo de devoción, se procura representar la descripción del relato desde el cual es conocido y venerado a través del arte performativo.

Cabe aclarar que la representación expuesta en las carrozas, no sólo se basa en personajes bíblicos, mitológicos o heroicos, también se basa en acontecimientos sociales, políticos o culturales, como el cine, el deporte, o el medio ambiente, entre otros temas que, al igual que la representación relacionada a dogmas religiosos, buscan exponer un mensaje. Las carrozas del Aguinaldo Boyacense, exponen una variedad de temas tanto sociales, cívicos, religiosos y culturales; centran los relatos a la historicidad de las instituciones que han gestado y mantenido la soberanía de la nación, como lo es el Ejército Nacional y la Policía Nacional. Entre las perspectivas de las representaciones alegóricas, la descripción de relatos de estas instituciones aporta mayor significado, valoración y aceptabilidad, al “poder” que ejercen en la vida cívica y social, asegurándose de que el hecho festivo sirva para enaltecer el imaginario establecido en el escenario donde acontece y desde quienes lo practican. De igual manera ocurre con las instituciones religiosas y sus precedentes dogmáticos, la representación ritual y sus expresiones alegóricas acomodan imaginarios y establecen prácticas de exaltación con fervor devocionario.

Sin embargo, la reflexión procedente a las formas de implementar mediante los carros alegóricos acontecimientos que se van estableciendo en los imaginarios sociales, resuelto entre las formas en que se emplean estrategias comerciales que se van involucrando paulatinamente dentro de los procesos rituales cívicos y religiosos. Carrozas de entidades comerciales, prestadoras de productos y servicios envían con su participación mensajes que, además de estar fusionados con el festejo que los convoca, también promueven mensajes que acentúan la marca comercial. De tal manera que, la representación alegórica y el mensaje emblemático conllevan a ritualizar no sólo los sucesos conmemorativos, sino que, en su dinámica ritual se promueven formas de representación vinculadas al consumo descrito en el mensaje alegórico. De tal manera, la realidad social del artesano dispone procesos de adaptación ante prospectivas de innovación e industrialización del arte y las relaciones entre individuos y la realidad en que viven.

El imaginario social permea las maneras en que el arte y la literatura, como prácticas sociales vinculadas a las celebraciones conmemorativas, han servido para dinamizar la identidad cultural de la comunidad tunjana. Las carrozas y su función performativa impulsan los saberes con el quehacer creativo destacado en estilos de vida y procesos de cohesión social. Las carrozas y su función festiva además de fortalecer lazos comunales, sirven de concreción y empleo de recursos propiciadores de la pervivencia de tradiciones y el equilibrio territorial. Las carrozas como toda actividad social vinculada al legado colectivo y popular, describe prácticas que, dentro del punto de vista de su calidad, uso, finalidad y participación en el ritual festivo, rememora vivencias y expresiones culturales, independientemente de su valor comercial y del mensaje intencionado por quienes preservan la tarea de su elaboración. Lo apremiante del mensaje expreso en las carrozas, como actividad cultural, es que constituyen de por sí una finalidad que mantiene y contribuye a su producción, permea tradiciones, costumbres, conocimientos, creencias, habilidades y prácticas necesarias en esta ocupación. Intensifica comportamientos y expresiones resultantes de la habilidad creativa del profesional que las hace y del contexto en el que se manifiesta.

La carroza presenta perspectivas y mecanismos promotores de conocimientos, creencias y moralidades de oportunidad artística, artefacto con el cual se develan valores culturales, se obtienen y avalan dimensiones funcionales entre las sociedades.  Incorpora “hechos” y éstos “hechos” son representaciones sociales que, al estar vinculados e influenciados en la cultura de los sujetos, quienes conviven bajo reglas y normas en común, adquieren relevancia en la regulación de conductas en su relación con eventos externos otorgándoles significados. Cada hecho social permite reconocer procesos de involucramiento entre la comunidad y sus habituales ideas, comportamientos, expresiones, prácticas y discursos que conforman la representación social. El ritual festivo expreso en las carrozas, promueve dinámicas de interacción entre participantes, asistentes y espectadores, con elementos alegóricos que integran las distintas fases de la conmemoración; un proceso único y propio del grupo o comunidad en el cual la experiencia cobra sentido. Para Durkheim, los hechos sociales constituyen maneras de obrar, sentir y vivir comportamientos exteriores al individuo, “que ejercen un poder coactivo sobre su conducta orientándola en todo su desarrollo” y, por consiguiente, son ejercidas en el grupo social o el conjunto de individuos que comparten un mismo objetivo e interactúan entre sí. Los “hechos” son sociales cuando al conformarse y tener algo en común, los miembros de una agrupación cumplen un cierto rol en la sociedad. Se puede comprender que, un hecho social refiere a lo que es realizado de forma independiente en uno mismo y que se adhiere consciente o inconscientemente a los demás miembros de un grupo.

Asimismo, las carrozas refieren hechos como el lenguaje, las costumbres, la religión, y los sistemas monetarios que se establecen en la estructura social, por ejemplo, cumplir los deberes morales, son hechos que el individuo ejecuta, aunque no se determinan por su acción individual, sino que los concibe como obligatorios, pues así ha sido educado. La expresión alegórica manifiesta hechos que se han consolidado paulatinamente como una tradición, en la que él o ella no los ha inventado, sino adquirido sólo por ser parte del sistema y organización social en la que vive. Con la representación de la carroza se exhibe una socialización primaria del trabajo artístico, en el cual se configuran paulatinamente los imaginarios colectivos en la “identidad del yo”, en interacción y pertenencia entre un mismo circulo social. La obra alegórica expone costumbres y creencias socialmente aprobadas mediante roles y experiencias, conflictos, dificultades, imaginarios, dogmas y demás situaciones anecdóticas del quehacer cotidiano. El oficio de una profesión que al ser tratada como ocasional, es poco o nada valorado en la gestión de recursos para su elaboración: se torna efímera al igual que sus expresiones transmiten un conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que permean valoraciones mientras acontece en el desfile, sin que esto lleve a una compensación por el tiempo y dedicación que cada persona tiene respecto a la ocupación dedicada a su obra. La relación en si misma entre sujeto y objeto es una continua actividad que también integra y revitaliza la condición humana, en consideración con los grupos sociales a los que pertenece el trabajo artesanal con el cual se cultivan prácticas ancestrales. Hacer carrozas engloba además de las artes y las letras, los relatos de aquellos saberes, prácticas y técnicas tejidas en el quehacer cotidiano de quienes se han dedicado a este oficio, de quienes se preocupan y motivan a mantener legados familiares y, a su vez, se involucran a conocer de cerca el arte performativo y alegórico.  Un oficio que además de visualizar los modos de vida, también expresa el estudio de los recursos proporcionados como insumos de la naturaleza y de la región que las provee como materia prima para realizar sus obras.

Con carrozas se conmemora la navidad en el Aguinaldo Boyacense

La representación de la carroza puede ser entendida desde las concepciones hechas por Durkheim y Moscovici, quienes argumentan que, los imaginarios sociales están dentro de las representaciones colectivas, porque se comparten ideas por los miembros de grupos y sociedades respecto al mundo en el que viven, y pueden referirse a la naturaleza de las cosas sagradas o de las profanas (Durkheim É., 1993). Asimismo, las representaciones sociales promueven formas de vida social, en la medida en que se muestran como artefactos percibidos y pensados por la comunidad, y se comparten homogéneamente por todos sus miembros (Moscovici, 2001). Las carrozas pueden constituirse en el performance de este ritual festivo, como el conjunto de construcciones simbólicas del pensamiento y del sentido común. Lo alegórico adquiere significado en la mediad en que las personas o grupos de personas, a través de sus prácticas recurrentes se reconocen históricamente en su propio entorno físico y social, como actores vinculados a la interacción constante en la cual se sienten representados. Las carrozas simbolizan la interpretación y el reconocimiento del carácter activo de la identidad cultural, una obra de construcción identitaria y expresión de realidades y desde su propia relación con ella, establecida en el carácter activo de la identidad cultural.

Algunas conexiones del contexto ritual de la carroza y su representación simbólica, en particular en el desfile, representan y simbolizan, desde la imagen de algún personaje mitológico o religioso, político, social o cultural, representaciones sociales de un tiempo histórico en el que se evoca la memoria colectiva. La identidad cultural expuesta en símbolos representados en el desfile de carrozas, funciona como materialización del alma social en objetos físicos, animales, plantas o una mezcla entre ambos. El rito religioso considera en el mito una representación con un alcance de acción, por tanto tiene una función simbólica, además del carácter regional en el que expresa modos y circunstancias locales en una dimensión de espacio, convoca y pervive en tradiciones que se mantienen y se manifiestan con vigor y fuerza en la sociedad, como herencia ancestral (Burke, 1991), (Caro-Baroja, 1989), (Durkheim, 1993), (Homobono, 1990) y (Turner V. , 1974). La fiesta del Aguinaldo boyacense como acto ritual festivo, presenta en el desfile de carrozas las mentalidades populares y su concepción de significados simbólicos de sus objetos referentes, aunque no deriva de sus propiedades inherentes sino en el hecho de que son símbolos de las representaciones colectivas de una sociedad.

De igual manera, la carroza en el hecho festivo, motiva a diseñar estrategias de preservación del patrimonio cultural, las figuras alegóricas además de expresar el carácter religioso católico, también proporciona expresiones relacionadas en la manifestación social, económica y cultural. El sincretismo cultural descrito en los imaginarios sociales, es visto en el performance alegórico como elemento configurador de identidades culturales entre la diversidad de representaciones de la comunidad. La conformación del pueblo boyacense mantiene mentalidades mitológicas ancestrales, características del indígena “Chibcha o Muisca” que, además de conocerse desde la literatura “mitos y leyendas”, también se percibe en la representación de algunas carrozas que desfilan en la celebración del Aguinaldo Boyacense. Las figuras esbozan relatos religiosos de mitos, leyendas y sus formas de concepción en la práctica de ritos, que forman parte de la comprensión que se tiene respecto al origen de la especie humana. Relatos que muestran en las carrozas, el pensamiento y las prácticas sociales de los “Chibchas”, quienes, a partir de animismo, deidades y totemismo con dioses como Chimichagua o dios creador, Bochica o dios civilizador, propiciaron ritos en la conmemoración dirigidas por sacerdotes que, aunque no se tenía escritura ni fonética, eran los encargados de mantener y transmitir estas tradiciones de la tribu. Relato explicado por Fray Pedro Simón, en “Noticias misteriosas de las Conquistas de Tierra Firme de las Indias Occidentales. Tomo III. Bogotá, 1982. Pág. 158. En el que también expresa lo siguiente:

Entre esta sierra y cumbres (del pueblo de Iguaque, cerca de Tunja), se nace una laguna muy honda, de donde dicen los indios que a poco de como amaneció, salió una mujer que llaman Bachué, u por otro nombre acomodado a las obras que les hizo Firochagua, que quiere decir mujer buena, porque “Fuera· llaman a la mujer y “Chagua” es cosa buena. Sacó consigo de la mano un niño de entre las mismas aguas, de edad hasta de 6 años, y bajando ambos de la sierra a lo llano, donde ahora es el punto de la sierra a lo llano, donde ahora es el pueblo de Iguaque. Hicieron una casa donde vivieron hasta que el muchacho tuvo edad para casarse con ella, porque luego que la tuvo se casó, y el casamiento tan importante y la mujer tan prolífica fecundada que de cada parto paría 4 o 6 hijos. Y, que vino a llenar toda la tierra de gente, porque andaban juntos por anchas partes dejando hijos…”.

A través de esta carroza se pretende evocar esas historias que causaron temor en medio de visiones de espantos, brujas, fantasmas y monjes, que se dice recorren el territorio tunjano. Como lo expresa la Carroza de la Secretaría de Cultura y Turismo de Tunja, con el tema “Mitos, Espantos y Leyendas de Tunja” (2016),

Todos… grandes y chicos a través de estas representaciones hemos encontrado una forma de recordar a Tunja. Uno de esos espatos es una mujer en medio de su ceremonia de matrimonio, es sacada del templo de las Nieves, por los celos que llevaron a su padre a cometer la tragedia de emparedarla en una casa cercana. Dicen que en las noches oscuras se ve a esa mujer vestida de novia, pasearse desde la plazoleta muisca por toda la calle novena, hasta la Plaza de Bolívar. Es una figura en forma de luz que sale de un farol y levita, es la que ha horrorizado a muchas generaciones. Es la evocación de un amor imposible que aún clama por lograr encontrar a su amado. En esta carroza se loga reconocer que, el amor es eterno y que se busca en medio de nuestras calles. Esta carroza es realizada por la secretaría de Cultura y Turismo de Tunja, tiene como objetivo hacer que todas las personas tunjanas y que nos visitan, recuerden que Tunja es una ciudad de historias, de tesoros que se mantienen allí para ser descubiertos. Es elaborada por estudiantes de Artes Plásticas y artesanos y teatralizada por jóvenes de la ciudad… La carroza de mitos, espantos y leyendas es un homenaje a la ciudad de Tunja y sus años de historia.

Las representaciones e imaginarios sociales presentes en el acto conmemorativo de la Navidad, consolidan el estudio de los rituales y sus formas de concebir el sentido de ser y habitar la realidad circundante. Con “las misas de aguinaldos, las posadas y paraduras”[3] se fortalecen experiencias que han transitado en el lenguaje religioso y cristianismo católico, como formas de vivir la Navidad, una tradición derivada de la colonización (del Pozo, 2009, pág. 678). El sincretismo religioso en esta fiesta boyacense, celebración religiosa y/o carnavalesca, insta a conocer la identidad de este hecho social a partir del estudio de sus ritos y festejos. El desfile de carrozas es acompañado de actos carnavalescos, disfraces, murgas, grupos de danzas y comparsas, según las representaciones míticas de sacralidad ritual profana y pagana, en un contexto de índole católico y cristiano.

Y, aunque no todos los seres humanos reconocen las oscuras y complejas atribuciones espirituales mitológicas y/o leyendas, atribuidos a personajes que conducen a un campo de especulaciones de inseguridad total; el ritual festivo convida y manifiesta un cómo pueden darse algunas transiciones “ocasionadas en el tránsito o transmisión del mundo pagano al cristiano o viceversa” y, cómo “naturalizar categóricamente a lo que se puede percibir como realidad concreta o natural a un mito o una leyenda muy generalizada, pero sin apoyo en la propia experiencia” (Caro-Baroja, 1989, pág. 27).

La identidad cultural estudiada desde las representaciones sociales expuestas en las carrozas del Aguinaldo Boyacense, y lo que esta celebración representa para la comunidad,  es entendido desde los aportes de (Caro-Baroja, 1989), (Homobono, 1990) y (Burke, 1991); quienes atribuyen que, las conductas implicadas en el proceso ritual, según su naturaleza y significado simbólico de la celebración, llega a instrumentalizarse en ideologías y prácticas cotidianas. Las carrozas son artefactos que facilitan la representación de condiciones en las que se sustenta el sistema de creencias, y por las cuales se establecen jerarquías sociales, al tiempo en que configura el comportamiento social, establece el análisis que suscita comprensiones genuinas, adaptaciones y estrategias en las que la reproducción de atributos, fungidos en la función de roles acentuados en el ritual festivo, acentúa el contexto cultural dominante, sin que el referente simbólico confiera otros modos de representación, sino que las prácticas y sus obras reproducen mentalidades cargadas de comportamientos en los que la identidad colectiva como proceso, solventa la condición social.

El desfile de carrozas concibe una fiesta como proceso ritual, celebrar la navidad o una mezcla de costumbres entre el performance religioso y lo secular, exige una lectura dinámica al carácter popular en las celebraciones urbanas como el Aguinaldo Boyacense en Tunja. Dado que “las fiestas son situaciones sociales en las cuales se hacen evidentes las relaciones de poder, se manifiestan los intereses de la comunidad y se pone en juego las concepciones sobre <el nosotros> como unidad identitaria” (Lara Largo, 2015, pág. 155). La fiesta como situación o acontecimiento de carácter simbólico, expresa mediante sus ritos una diversidad de imaginarios y representaciones sociales, puesto que las creencias enfatizan la pertenencia e identidad de una comunidad (Durkheim É.,1993). Es decir que,

En la fiesta o las fiestas están imbricadas las complejas relaciones del tejido social, lo que las convierte en un objeto de análisis del que podemos entender que la fiesta y sus manifestaciones encierran tanto formas de cohesión como de conflicto. De cohesión dado que en la fiesta se crean espacios de unanimidad alrededor de imaginarios sociales que tejen formas elementales de sociabilidad en una comunidad de conflictos, dado que la fiesta permite poner en escena los imaginarios del poder. (González, 1998, pág. 8)

De igual manera, José Ignacio Homobono (1990, pág. 45), en su trabajo “Fiesta, tradición e identidad local”, explica, “toda celebración periódica de una fiesta denota la existencia de un determinado nivel de identificación y vivencia colectiva, constituye un indicador que permite evaluar la conciencia de adscripción a esa colectividad”. La actuación colectiva, según este autor, involucra una memoria depositaria de elementos culturales con los que un pueblo se identifica. Y, por tanto, la constitución de una memoria colectiva asegura la reproducción de la identidad de una colectividad, y este proceso de actualización precisa la celebración del ritual, la conmemoración y evocación de un acontecimiento natural de un grupo social por el cual es gestionado.

La identidad social, explica Pérez-Agote (1986), “la adhesión que suscita una definición identitaria no depende de su verdad o falsedad objetivas, sino de su capacidad para conformar la realidad colectiva”. La idea de “cultura” y la forma en que se percibe una comunidad en sí misma, mediante sentimientos de pertenencia y la interrelación entre lo individual y lo colectivo, exhibe la opinión de la vida diaria en que se refleja una determinada colectividad, un sentido de pertenencia y sensibilidad afectiva hacia un grupo social. No obstante, la memoria colectiva según Maurice Halbwachs (1950), se opone a la memoria histórica, ya que se restringe al entorno temporal de una generación, a la cual se le reconoce una función de reproducción de la tradición y de la identidad.

La misa de aguinaldos y las novenas relacionan los procesos que usualmente funcionan como devocionarios al ciclo litúrgico de Navidad, sin embargo, los sentimientos derivados de lo “sagrado” se ratifican como actos verdaderos, al tiempo en que fluyen sentimientos relacionados con el “pecado”. en la exposición de objetos asociados a prácticas piadosas. El ritual busca formas de expresión y manifestación con el desahogo y el culto de protección, buscan la manera de llegar al perdón de los pecados y se conmemoran los símbolos sacramentales, mediante actos piadosos derivados en los desfiles carrozas. Con los matachines, diablos y símbolos de figuras míticas, también se manifiestan acciones con las que éstos participan e interactúan en comprensión a imágenes que fundamentan relatos bíblicos y establecen significados con los que ritualizan prácticas conmemorativas. Actividades cuyo valor simbólico interpelan significados relativos a la navidad, y de las que la identidad cultural festiva religiosa enmarca el significado, en la cultura con la que han ido descontextualizando la intencionalidad de la representación alegórica. Ciertamente, las destrezas de los artesanos permean esferas de poder cívico, político y religioso, al tratar de recrear y describir una importante distinción entre lo que ha de hacerse y se quiere transmitir; entre lo que puede llamarse opinión pública de una comunidad y las especulaciones privadas de los individuos.

El criterio que toda organización social puede resaltar en la representación alegórica, es invariablemente establecido sobre la íntima correspondencia con el ambiente material que la circunda. El significado del acto celebrativo, según sea su referente alegórico del relato, pretende acentuar formas de organización social, a partir de los procesos de distinción en el escenario festivo. Procesos degradados por factores económicos y sociales, revestidos entre discursos que emergen dentro del escenario conmemorativo, con los cuales se describen los imaginarios que representan a la comunidad, atribuidos al interés festivo con el cual se identifican las diferentes esferas del poder: social, religioso, económico y académico. El tiempo de la celebración asegura un espacio en el cual, el poder y el control es propiciado desde los relatos adscritos a las carrozas, y no como actores de la celebración. Es un tiempo esperado, en el que se enmarca un espacio procedente en el ritual de las carrozas, el cual provee reglas imperceptibles, pero representadas en comportamientos que conllevan al cumplimiento ideal del acto conmemorativo. Necesariamente, la representación social de las carrozas, describe lo que se ha manifestado en función a las mentalidades colectivas, en la circundante realidad, cuya distinción de los movimientos simbólicos expuestos, depende de la destreza, del poder y de la honestidad de una buena intención de los miembros (Bronislaw, 1948, pág. 105).

La dimensión social de la carroza consolida un espacio que no sólo redime la simplicidad de sus figuras en formas de selección y clasificación, dentro de un acto ritual, sino que, configura la representación de valoraciones como condición predominante desde distintos escenarios, haciendo énfasis en lo que significa para la comunidad. La relevancia en la presentación de cada carro alegórico, aunque permite apreciar la creatividad, el colorido, la dimensión artística y la temática, entre otras características que la componen; no sólo está en lo que quiere transmitir, sino en cómo se hace visible el mensaje. Es decir, lo que se expresa mientras transita la carroza, la manifestación del mensaje alegórico que, no sólo describe valores tanto históricos, artísticos, estéticos, religiosos, sociales, espirituales, naturales, simbólicos, etc., sino que, enmarca una composición que la convierte en una parte fundamental de un todo: la celebración de la Navidad.

CONCLUSIONES

La comunidad de actores denominados artesanos, artistas y cultores, antes de concebir sus obras para participar, deben asegurar los recursos y materiales con los que crean, realizan y exponen su trabajo. Sus aportes son valiosos y significativos en hecho festivo, generan un impacto a través de las carrozas y conciben entre sus imaginarios, lo atractivo para el público, porque no solo buscan impresionar a los espectadores sino también a los jurados. Así mismo, el trabajo artístico conlleva la mayor participación y asistencia a los desfiles durante la conmemoración, de tal manera se organiza en cada día de los siete que surte el desfile de carrozas, exhibir con igual denominación y valoración alegórica. Dentro de las tareas más dispendiosas para los artistas creadores de carrozas, esta gestionar los recursos y los diferentes escenarios para la elaboración de sus obras. La carroza se concibe desde los relatos con los que se fundamenta la expresión y los procesos de elaboración, el tiempo dedicado y las tareas que poco a poco van convocando la participación de la comunidad.

La labor dedicada a estas obras, invita a reconocer los saberes de los artistas populares, su quehacer en los carros alegóricos se analiza en los relatos, anécdotas y discursos generadores de imaginarios, creencias expresadas y comprendidas en el cómo mantener una tradición, hacer posible lo imposible: conservar el lenguaje artístico en el desfile de carrozas, y develarlo como un conocimiento del “saber hacer”. Actividad que no sólo está dirigida para quienes se dedican a la elaboración de carrozas, sino también, para quienes representan este legado, lo artesanal y denominación de origen. El Aguinaldo Boyacense es una conmemoración tradicional de la cultura tunjana, al igual que ocurre en otros municipios de Boyacá, las carrozas participan y conforman los discursos y maneras de organizar las celebraciones desde las perspectivas de la vida social y comunitaria. Cada artista concibe una propuesta en la cual involucran habilidades creativas, figurativas y estéticas, con las competencias de emprendimiento y destrezas en el quehacer basado en métodos prácticos, derivados de la experiencia a través de consultas a expertos convocados en el estudio, exposición y apreciaciones sucintas a las técnicas de aprendizaje y elaboración de carrozas.

Promover el reconocimiento y la importancia que tiene el “saber de artesanos, artistas y cultores del Arte Popular”, el recurso vital del hecho festivo, expreso en identidad cultural de la comunidad en la que habita, desde saberes que proceden en tradiciones y prácticas sociales. Destacar habilidades y experiencias, gestionadas por conocimientos ancestrales, acontecimientos trasmitidos de generación en generación, saberes traducidos en prácticas y técnicas de elaboración de esculturas, artesanías y alegorías, expresados desde contenidos mitológicos. Exhibir carrozas es también representar la labor de su creador o creadores, el reconocimiento a la vida y obra como profesional, artesano cultor de la representación de tradiciones y procesos del arte popular, consolidado entre los saberes y experiencias en cada una de sus obras. Así como el de la mayoría de artistas populares, son oficios poco valorados en sus obras, saberes que en asunción a los conocimientos académicos que no refieren a centros formativos de titulación, establecen la conjunción de prácticas y técnicas que llevadas al ámbito académico facilitan profundizarlos como un saber profesional. Conocimientos, prácticas y saberes que, no sólo son valiosos en el arte popular del gremio de artesanos, sino que, colectivamente debería reconocerse como ocupación laboral en agremiaciones de artistas y artesanos, tanto en lo rural como en el sector urbano.

La reflexión en torno a las representaciones sociales y la labor de los artistas, artesanos y cultores de carrozas, es mirarla no sólo desde la academia, sino desde las posibilidades de propiciar un reconocimiento académico a la labor de los artistas y artesanos populares que, desde la experiencia y sus medios circundantes, cultivan el arte y su manera tradicional de caracterizar técnicas artísticas únicas de su oficio. Incentivarles no sólo en lo económico sino también, en el proyecto de vida en cuyo propósito se dignifique su trabajo en el campo laboral. Aunque las obras exhibidas en las carrozas del Aguinaldo Boyacense, son poco o nada reconocidas a pesar de ser obras auténticas, hechas por artesanos cuya profesión ha sido enajenado del arte popular al sector productivo, por el desconocimiento de lo que significa la identidad cultural para la comunidad que las produce. Se trata de examinar este oficio como ese “saber hacer” en el que se mantiene una tradición “artesanal”, considerándole como una forma de vida para las personas y las familias, en las cuales se cultiva la creatividad y se manifiesta mediante cada una de sus obras, la conservación de una tradición, el gusto y la habilidad fluida en el saber hacer de quienes imaginan, crean, detallan y tallan obras.

En este sentido, se considera que las carrozas aportan a la fiesta elementos claves en las mentalidades sociales, no sólo porque permean la creatividad y las prácticas sociales cotidianas, sino porque representan y simbolizan una vida reencontrada mediante el conjunto de tradiciones. Las representaciones alegóricas exaltan el legado creativo en sus mismos vínculos conmemorativos, relacionados en sentimientos morales y la asunción de dogmas enmarcados entre ramificaciones existentes y progresivas con el sistema de creencias. El Aguinaldo Boyacense representa un complejo de costumbres y creencias establecidas en dinámicas culturales, con las carrozas convergen interpretaciones contextualizadas mediante las expresiones que se manifiestan en el escenario festivo tanto popular como cívico y religioso.

El desfile de carrozas del Aguinaldo Boyacense, concurre por las calles y la plaza central de la ciudad tunjana, allí se expresa lo referido por Durkheim (1993), respecto al papel de las mentalidades expuestas en los actos rituales y la exaltación colectiva a través de manifestaciones, describe la dicotomía sagrada-profana, donde la crítica y la burla social se relacionan en un evento de carácter religioso. La mayoría de rituales religiosos concibe actividades festivas, lúdicas y ociosas, muestran un tiempo de conmemoración que, no sólo rememora el nacimiento del Dios de quienes profesan el catolicismo cristiano, sino que representa el sistema de creencias, comportamientos, expresiones y manifestaciones conferidas a un ritual religioso, en el cual se celebra la espiritualidad. Sin embargo, se plantean las formas de ser y actuar de la comunidad festejante en el desarrollo de la celebración, los preceptos y mentalidades creativas y su relación simbólica de raíces populares, ancestrales y colectivas, por medio de sentimientos y vivencias manifiestas durante los desfiles de carrozas.

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[1] Autor Principal

Correspondencia: [email protected]

[2] Anda, según Terán (2011), es una especie de tablero de forma cuadrada, a la cual se le ponían cuatro mástiles para cargar. Este tipo de artefactos se empezó a utilizar en diferentes actividades culturales de la época del Imperio Romano, y en adelante, hasta hacer su aparición en la fiesta barroca. En Terán, José Antonio (2011), “La ciudad novohispana y la fiesta barranca”, en: Fiesta. Memoria del IV Encuentro Internacional sobre Barroco, Pamplona, Fundación Visión Cultural/Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, disponible en: https://bit.ly/2jTomiS.

 

[3] Misas de aguinaldos, posadas y paraduras. Fernando Campo del Pozo, explica que la misa de media noche o de “Gallo”, las canciones que tenían como fin la preparación para la fiesta de Navidad. Desde los agustinos quienes van a extender el octavario o novena de preparación para la Navidad, dando realce a las llamadas misas de aguinaldos, en México, por ejemplo, a mediados del siglo XVI. Asimismo, las posadas y paraduras en Venezuela, donde procuraron sustituir los ritos idolátricos por cultos cristianos, injertando a veces ceremonias de la Iglesia Católica en tradiciones paganas. Se sustituyó el culto al sol (ches) por la Eucaristía en Mecuchíes y el de la luna (chia) por la Inmaculada en Mucurubá. Esto lo hizo el P. Bartolomé Díaz a finales del siglo XVI, en los Andes venezolanos, conservando ritos y danzas indígenas, que marcan una tipicidad en las fiestas del Corpus y Navidad. Hicieron lo que hoy se llama inculturación. Costumbres y tradiciones paganas de la Navidad se extendieron e injertaron en ritos ancestrales y paganos especialmente en la Nueva España, Venezuela y otras naciones. (pág. 678-79).